TNtotas musicales y ritmos diferentes entre el multicolor de razas y culturas bañan la atmósfera de nuestra ciudad en estos días del Womad. Sus melodías, como las olas del mar, se dispersan y se pierden en el éter del devenir . Visité talleres, escuché a músicos, pregunté a muchachos, admiré la cultura de tan diferentes países y me interesé por su filosofía. Belleza, alegría y buenos deseos parecían llenarlo todo. Una muchacha de tez morena, al compás de un ritmo caribeño, cantaba: ¡Womad!, ¿cómo puedo expresar el miedo que rodea mi caminar...? ¡Womad!, escapemos los dos, que esta danza nos conduzca hasta el sol...! . Miré sus ojos y exclamé: ¡Qué difícil es mantener la armonía y la alegría! Nuestras vidas no son más que espadas que en la noche se ocultan en nuestros lechos y que en el día cuelgan sobre las cabezas llenando de miedo al mundo porque no hay amor. Cerré los ojos y vi los cuerpos de los menesterosos durmiendo en lechos de piedra, soñando con alimentos que nunca llegan y al desposeído llamando a la muerte como liberación. Una voz dulce sigue sonando: amaos los unos a los otros. Abrí la radio y hablaba de torturas en cárceles y el Womad enmudeció.

*Licenciado en Filosofía