Cuando se acerca la conmemoración de un día a favor de algún colectivo, todos tenemos la tentación de hacer un ejercicio de retórica y desde los distintos ámbitos, administraciones, entidades sin fin de lucro etcétera, recordar el compromiso existente para con él.

Partiendo de un análisis objetivo, el avance de entorno de la discapacidad, fundamentalmente de las personas con discapacidad y sus familias, durante los últimos 20 años ha resultado significativo. Más recursos, más posibilidades y más red de atención, sin lanzar las campanas al vuelo, nos permiten concluir que las cosas van por buen camino.

Pasar de un panorama desalentador en el que nadie, a excepción de las familias, entendían como propia la necesidad de apoyar y garantizar coberturas de atención a las personas con discapacidad, a un entorno cada vez más comprometido, más garantista y más organizado que legisla y consolida derechos, permite que desaparezcan nubarrones e incertidumbres.

Este 3 de diciembre la crisis económica nos condiciona al igual que al resto de la sociedad y consecuentemente ralentiza nuestro avance. Decir lo contrario resultaría poco menos que demagógico. Pero esto no puede limitar ni reducir los compromisos adquiridos y ya arraigados en el modelo que define nuestra sociedad.

Ante este panorama, lograr mantener lo básico y renunciar, hasta que el chaparrón amaine, a lo complementario supone un ejercicio de responsabilidad.

Seguramente, como parte positiva, esta crisis nos permita alcanzar con mayor premura, a todos los que formamos parte del entorno de la discapacidad, las cotas de eficacia y eficiencia que nos coloquen en el lugar que todos deseamos. Es decir, en un espacio de reconocimiento público por una gestión ejemplar y por el convencimiento de una labor imprescindible.

Ahora toca evaluar lo hecho y planificar el futuro que afiance los avances y mejoras conseguidos. Las personas con discapacidad no pueden ver cercenadas sus aspiraciones básicas ni por crisis coyunturales, ni por falta de modelos de atención. Hemos compartido un cambio radical en las políticas públicas, superando lo asistencial y legislando, y por tanto garantizando, la atención básica.

Debemos continuar por la senda marcada adaptándonos a cada momento. La administración a la que represento y el movimiento asociativo de las personas con discapacidad y sus familias, de la mano seguirán desbrozando, estoy segura, a un ritmo que nos permita recuperar el espacio que nos separa del resto de la sociedad y en el menor tiempo posible, el camino hacia la normalización.