Para que una ley sea pertinente, no sólo ha de ser necesaria, equilibrada y justa, sino que también precisa poder cumplirse. ¿Reúne esos requisitos la promulgada contra los fumadores, que no contra el tabaco, pues éste sigue expendiéndose libremente? Necesaria tal vez lo sea, pues se evita a un colectivo importante, el de los camareros, la exposición constante al humo, y equilibrada y justa, acaso podría serlo suprimiendo de ella los ribetes de ferocidad conceptual, de criminalización del fumador y de estímulo a la delación ciudadana, pero ¿puede cumplirse? Y en caso afirmativo: ¿Puede cumplirse sin acabar aborreciéndola? Cuando se odia una ley, se la conculca a la menor ocasión, de suerte que por ahí podría venir, si no se retoca y humaniza, su fracaso.

El principal partidario de esa ley es, paradójicamente y por mucho que le incordie, el fumador, que sabe que se maltrata con su vicio devastador e incontrolable y le remuerde la conciencia. Sin embargo, las nuevas prohibiciones y amenazas legales se ensañan con él, con su persona y con su salud. ¿Qué cree la Administración (promulgadora de esta ley que no ayuda a dejar el tabaco) que les pasa a los fumadores cuando se ven obligados a salir a la calle en pleno invierno para echarse un reconfortador pitillo? Pues que cogen lo que no tienen, catarros, ciáticas, gripes, pulmonías. ¿Y a las calles? ¿Qué cree que les pasa a las calles? Que se ponen hechas una mierda con las colillas. ¿Tanto cuesta tolerar un espacio específico, pero digno, ventilado y caliente, para los que quieran fumarse un cigarro? ¿A qué ese furor institucional que no se emplea para perseguir el más nefasto botellón o la mucho más insoportable explotación de las mujeres en los puti-clubs?

El colmo del desprecio y la sevicia aparece, no obstante, en el apartado de la ley relativo a los hoteles. Permite, sí, disponer de un cupo de habitaciones donde se puede fumar, pero prohíbe rigurosamente, al parecer, que ningún empleado del establecimiento entre en ellas. ¿Ni para limpiar el cuarto? ¿Ni para hacer la cama o la cobertura de la tarde? ¿Ni para arreglar el grifo que gotea? ¿Ni para llevar un triste sandwich? Lo próximo, a este paso, será fusilar a los fumadores al amanecer, en un espacio, eso sí, libre de humos.