Escritor

Con cierta perplejidad, pasadas las elecciones y enarbolados a gusto de cada uno los resultados (todos buenos para todos, como siempre), observo el fracaso de la razón una vez más en el ámbito político. No hablo ya de la campaña, sino de la información en general que ha acompañado al fenómeno electoral durante semanas.

El pasado sábado, jornada de reflexión, fue todo menos eso: reflexión. La prensa y los comentaristas de los medios audiovisuales seguían bombardeando con consignas políticas absolutamente interesadas y partidistas. Los pobres electores que fueron a comprar la prensa se desayunaron con titulares como estos: "Zapatero pactará con los comunistas" (La Razón), "Aznar agita los fantasmas del pasado" (El País), "Aznar y Zapatero hacen de estas elecciones un plebiscito" (El Mundo), "Los indecisos marcan el final de la campaña" (y bajo este titular, en La Vanguardia, aparecen las fotografías de los principales cabezas visibles de CiU, Pujol, Trías, Mas y Duran Lleida...). Seguiría y no pararía recordando la incontinencia verbal de los medios ese día que, teóricamente y según lo dispuesto en la ética electoral más elemental, debería ser un día de eso, de reflexión. El colmo de la desfachatez lo encontré en un artículo de Eduardo Sotillos que él mismo titulaba así: "Jornada de reflexión pero no de silencio". ¿Cómo que no de silencio , señor Sotillos?

¿Dónde está pues la abstinencia informativa que debe ser respetada como señal de maduración de un pueblo que intenta decidir con sosiego? ¿Se puede tener un espacio de reflexión en medio de las inagotables batallas verbales de los candidatos? Porque, aunque éstos hubieran callado respetando la ley, de nada sirvió este silencio a causa del afán de los medios por mantener vivo el debate electoral. No nos dejaron en paz ni siquiera el mismo día de las elecciones. Tiren de hemeroteca y verán qué pocos medios se libran.

Lo político significa salir de la ley de la selva y entrar en el ámbito de la ley. Esta es la perspectiva de toda filosofía y teoría política. La razón debe buscar y conquistar el ámbito político y social. Este esfuerzo viene desde Platón y Aristóteles, hasta Hegel y los modernos filósofos y teóricos de lo político. Sin embargo, el otro polo de la política es el espacio del poder, la obsesión por alcanzarlo. Es ahí donde normalmente no imperan la racionalidad ni los ideales, sino los resortes. Y, claro, el resorte informativo es fundamental.

Lo que se espera de los informadores no es la toma de postura ante un fenómeno o un hecho (la opinión es válida, naturalmente), sino, en primer lugar, rigor de método y de información; por tanto, una visión más rigurosa sobre las cosas y la realidad.

Estamos saturados de imágenes, opiniones rápidas y apresuradas, datos, información irreflexiva... Pero la razón y sus procesos de abstracción no pueden encontrar el espacio donde formarse un juicio adecuado y razonable. Es un deber gravísimo alcanzar la honradez intelectual en estos temas y la moderación en lo relativo a los problemas del desarrollo, el trabajo, la guerra y la paz, el bienestar y las mismas elecciones recién finalizadas.