THtace más de 20 años, el 25 de agosto de 1987, Héctor Abad acudía para identificar el cadáver de su padre antes del levantamiento. Lo habían asesinado en Medellín. Al vaciar los bolsillos encontró un poema escrito a mano y con las iniciales J. L. B. Ocupado durante meses con la indagación policial, Abad no entregó el poema al diario El Espectador hasta noviembre y allí se publicó firmado por Jorge Luis Borges . El poema, sin embargo, no aparecía en las obras completas y los especialistas acusaron a Abad de falsario. Debo resumir de un modo brutal una historia bella y detectivesca. El caso es que no se resignó. No le angustiaba la acusación de los borgianos, sino la memoria de su padre. Aquel poema había sido lo último que pudo leer y era un poema sobre la certeza de una muerte próxima. Como si el poema anunciara lo que le iba a suceder. De modo que Abad comenzó una pesquisa que le llevó años, visitas a dos continentes, cientos de cartas, correos electrónicos, entrevistas. La autoría del poema era, además, una cuestión de honor porque Abad lo había hecho grabar en la tumba de su padre con el título de Epitafio . ¿Quién había escrito aquel poema? En su búsqueda topó con personajes de novela negra, como Harold Alvarado Tenorio , quien aseguraba haberlo escrito él plagiando a Borges. O con la aborrecida viuda de Borges, María Kodama , uno de esos herederos que se apropian del gran muerto como si fuera su finca. Kodama, como siempre, negó por completo la autoría de Borges si no había dinero de por medio. O el encantador Jean-Dominique Rey , que le proporcionó la pista más firme. Y el no menos delicioso pintor Guillermo Roux , que cerró el caso con un regalo inesperado. Ahora, porque Kodama dice que no es de Borges, Abad lo ha podido publicar sin miedo a la denuncia. Y no viene solo. Está en la excelente revista hispano-mexicana Letras Libres de agosto. Cinco poemas y una historia novelesca sobre el amor a la poesía, el respeto filial y la pasión precisa para desenterrar bellos poemas. El primer verso lo tienen en el título. Borges sabía que le quedaban pocos meses de vida.