Cada cierto tiempo la noticia de que el AVE pasará por Extremadura acapara la actualidad. Para muchos, supondría el acercamiento con Madrid y el respeto de España, y el aumento de casi todo: industria, trabajo, turismo..., que mejoraría la vida de cada extremeño. El cuento de la lechera. ¿Qué pasaría si el AVE Madrid-Lisboa pasase por aquí? Basta con mirar el más antiguo --el de Sevilla-- para darnos de bruces con la realidad.

Si el AVE pasase por Extremadura tendría una parada --dos si nos ponemos especialmente generosos--, que obligaría a un sistema de lanzaderas que no contaría con el número de viajeros necesarios para funcionar. El precio de los billetes se multiplicaría por cuatro o cinco, pero sin asegurarnos una mejora de los tiempos o de la comodidad --salvo para quienes se bajen en esa única parada, que previsiblemente estaría en Cáceres o Badajoz--. Entonces ¿deberían de llegar hasta allí quienes tengan como destino Navalmoral o Zafra? Lo dicho, ni menos tiempo ni más cómodo.

Por eso, yo no quiero un AVE para Extremadura. Prefiero que las vías, de las más viejas de España, se sustituyan y electrifiquen. Que los trenes, lentos y sucios casi siempre, se mejoren y se cambien por otros más modernos y eficaces. Que las cinco o seis horas que se tarda en llegar hasta Mérida se reduzcan considerablemente. Quiero un transporte eficaz que nos acerque a Madrid, pero viable y duradero en el tiempo. Que estaciones como la de Plasencia --un paradigma que obliga al tren a desviarse para entrar y perder un valioso tiempo-- se reestructuren y mejoren. Los extremeños debemos defender que se implante un sistema eficiente para nuestra región, precisamente lo contrario de lo que el AVE representa para nosotros: un engaño que comenzó hace ya más de una década. Un tiempo durante el que el transporte ferroviario no ha hecho más que empeorar sin darnos cuenta, mientras teníamos la vista puesta en una alta velocidad que, decían, iba a solucionar todos nuestros problemas. Entonces, una época de gasto desmedido y sin control, soñar era gratis. Hoy, no es más que eso, el cuento de la lechera.

@jmmartinache