TLta verdad es que ni siquiera parece haber sorprendido demasiado a los propios periodistas el hecho de ser una de las profesiones menos valoradas por la sociedad, según la encuesta más reciente del Centro de Investigaciones Sociológicas. Sólo los militares van por detrás, cosa que se comprende mal, dada la abnegación y el espíritu de sacrificio que vienen mostrando los integrantes de unas Fuerzas Armadas perfectamente integradas en la democracia. Pero lo de los periodistas, nosotros los periodistas, es muy otra cosa.

Parece llegado el momento de reflexionar sobre el papel que los medios de comunicación están jugando en una sociedad conformista pero crispada, plácida pero no demasiado tolerante. Una sociedad cuyos poderes (lógicamente) no aman las luces arrojadas sobre las tinieblas, y en la que los chicos de la prensa quizá no hacemos demasiado nuestra aquella frase que durante años figuró en el frontispicio del periódico anglosajón con mayor prestigio: "noticia es todo aquello que alguien no quiere que se publique".

Puede que los periodistas a veces publiquemos demasiadas cosas que alguien sí quiere que se publique y, así, comunicados salen íntegros en algunos periódicos y algunos políticos, empresarios y futbolistas olvidan admitir preguntas una vez que han lanzado su discurso a los informadores en mal llamadas ruedas de prensa. Puede que los periodistas, algunos periodistas, algunas veces olvidemos que esto nuestro es un sacerdocio integrado por el trabajo exhaustivo, los pocos amigos en las cúspides y el rigor sin concesiones en la investigación de lo que hacemos. Puede que los periodistas en muchas ocasiones nos miremos demasiado el ombligo y, sobre todo, miremos demasiado el ombligo de aquellos que dicen que nos protegen o cuyo aliento nos conforta. Pocas veces, en muchos años de profesión, se ha visto tal alineamiento: ya no solamente se es claramente del Real Madrid o del Bara o del Atlético. Ahora, aunque no se confiese, hay periodistas, muchos, del PP, del PSOE, o del tripartito o del lehendakari, o... Y todo es blanco o negro, y los partidos exigen su cuota de tertulianos y de columnistas y hasta obligan a algún empresario a comprar un periódico que conviene a determinado gobierno autonómico. Aunque el empresario en cuestión tenga que simultanear la propiedad de este diario con otro de signo totalmente opuesto. Hay muchas clases de impuestos revolucionarios pesando sobre esta profesión.

Puede que los periodistas nos hayamos resignado a ser micrófonos ambulantes. O, en el otro extremo, apenas pretendamos ser estrellas discutidoras que triunfan a base de lanzar la piedra más lejos que nadie con razonamientos que en ningún caso pueden sobrepasar los cincuenta y nueve segundos. Puede que haya talibanes de las ondas disfrazados de periodistas, que predican su verdad desde sus púlpitos con micrófono, excluyendo y anatemizando a todas las demás verdades posibles.

Puede que haya encuestas de audiencia manipuladas, noticias retorcidas para que poco tengan que ver con la realidad original, campañas de difamación o de exaltación de determinados personajes, guerras empresariales encubiertas en las páginas de papel o en las ondas.

Puede que haya periódicos empecinados, puede que haya periodistas obcecados. Puede que aún no haya llegado la transición al periodismo, única profesión que todavía no se ha reconvertido y en la que los mismos, a veces sí reconvertidos, dicen lo mismo, o aproximadamente, o, aún peor, dicen lo contrario de antaño.

No, no me extraña demasiado estar los segundos por la cola. Y pensar que hace muy pocos años nuestra posición era exactamente la contraria, los segundos por arriba...

*Periodista