TYta sabemos que desde Berlín se decide buena parte de la vida de los que estamos muy lejos. Que poco o nada se hace en Europa sin el plácet de Angela Merkel y que es poco menos que imposible escapar de la sacrosanta austeridad que nos dicta la cancillera. Tsipras , que se ha comido con patatas todo un referéndum y ha convocado elecciones anticipadas, lo ha sufrido en sus carnes. Ya sabemos, por tanto, que todos somos un poco berlineses. A la fuerza y contra nuestra voluntad.

Pero aún hay cosas por las que los europeos que creemos en el imperio de los derechos humanos sobre otras consideraciones deberíamos proclamar que queremos ser alemanes. Y por voluntad propia. El ministro del Interior alemán, Thomas de Maizière , nos ha dado el motivo. En un discurso situado en los antípodas de las cada vez más frecuentes proclamas de los gobiernos de Cameron , Hollande y Rajoy , De Maizière anunció que su país debía prepararse para recibir a nada menos que 800.000 refugiados. Nada de regatear las estadísticas de peticiones de asilos. Nada de mezclar refugiados e inmigrantes económicos. El titular de Interior de Alemania reclamó "una acogida digna" para esa multitud de sirios, afganos, eritreos y somalís que no buscan otra cosa que huir de la tragedia y el exterminio.

De Maizière habló horas antes de que Francia y el Reino Unido anunciaran una serie de medidas policiales para combatir a las mafias que introducen a refugiados en territorio británico a través del Eurotúnel. Esta infraestructura tendrá el dudoso honor de tener una valla en sus inmediaciones. Sí, una valla, como en Ceuta y Melilla. Es la guinda de la escalada que Cameron ha emprendido este verano contra la inmigración clandestina, obviando una de las claves de la cuestión: que la inmensa mayoría de las personas que llaman a su puerta huyen de una zona de conflicto.

En la misma Europa de los mercados y las austeridades conviven dos modelos antagónicos en el trato a las personas. Uno apuesta por poner vallas y barreras. El otro, por preparar una acogida digna a los refugiados. En esto, me temo, no seguiremos a los alemanes.