Profesor

Con el más absoluto de los desprecios, Aznar, Rajoy y los suyos se niegan a dar las lógicas explicaciones (la palabra disculpas no existe en su diccionario) de cómo y porqué nos metieron en guerra con Irak sin tener pruebas de que poseían "armas de destrucción masiva", por otra parte tan abundantes en otros países.

A un mes de las elecciones, Aznar, el tercero en discordia de aquel show televisado que supuso la tripartita reunión de las Azores, se ha ido a mendigar una medalla como pago a su manifiesta y ciega fidelidad incondicional hacia Bush, que, junto a Blair, cada vez huelen más a cadáveres políticos.

Aznar, convertido políticamente en "un yogur con fecha de caducidad", de haberse presentado a la reelección --sus votantes le hubieran retirado del frigorífico político del país--, se permite decir y hacer aberraciones con el descaro propio de aquél que cree que no va a pagar los platos rotos. Ya veremos si su partido no termina pagando la cuenta.

Rajoy, escondido, aguanta como puede esperando con impaciencia que pasen las semanas, con la ilusión de que surja un error importante en el PSOE. En lo de Cataluña le ha salido el CIS por la culata , que le dé la mayoría que día a día se aleja.

Lo demás, ya se sabe: un poco de Fraga, algunas pizcas de un presidente popular de diputación en Castellón, maltratos a las mujeres a diario, inseguridad ciudadana por doquier, los obispos metiendo la cuchara... Un guiso sin duda suculento y que puede que dé sorpresas en las mesas electorales, aunque los españoles nos comemos todo, incluso los yogures estropeados.

¡País de guisos incomibles, aderezados con campañas y personajes surrealistas!