Desde que entró por la puerta del salón la smart tv he cambiado mi forma de relacionarme con lo audiovisual. La oportunidad que brinda Youtube de ver vídeos de todas las épocas en cualquier momento revolucionó mi experiencia ante el monitor. Mis artistas preferidos, los cantantes míticos, los conciertos que hicieron historia, desfilaron por la pantalla de led y lo siguen haciendo a diario. Grupos desaparecidos como Triana, Pata Negra, The Beatles... o cantautores olvidados como Hilario Camacho, Ovidi Montllor, Joan Bautista Humet tienen en Youtube sus conciertos para siempre y es una delicia rememorarlos.

Pero junto a ellos pululan una serie de ‘canales’ de información caseros, elaborados en domicilios particulares, con escasos medios, en los que los llamados youtubers hacen algo que aspira a ser periodismo, puede ser confundido con ello y no lo es.

No me estoy refiriendo a quienes enseñan a manejar la pistola de silicona o a cultivar el huerto, sino a otros youtubers que están intoxicando a sus cientos de miles de seguidores con sus argumentos de charlatantes de feria ambulante.

Hablan sin conocimiento de temas importantes como la seguridad internacional, la próxima guerra mundial, las reuniones del grupo Bilderberg o la llegada del fin del mundo y pontifican sobre estas informaciones sin datos, sin contrastar nada. Se reafirman en sus contenidos con frases como «se ha podido leer en la red» o «se comenta entre los youtubers»... Y a veces se enzarzan entre ellos en unas polémicas absurdas llamadas ‘salseo’.

¿Es esto periodismo? Pues no. Sin embargo, a muchos adolescentes les parece que sí. Los profesionales de la información tenemos una gran responsabilidad sobre la calidad de la información que llega al público y les tenemos que proveer de armas para distinguir la filfa de la información contrastada. De seguir así la muerte del periodismo tal y como lo conocemos ahora será cuestión de unos años. Refrán: Quien habla por refranes es un saco de verdades.