Va a ser verdad la expresión utilizada por el presidente Monago en la semana del balanceo pendular y fiscal: que vivimos en un país de "yuppies", esto es, rara especie de urbanitas profesionales que suelen ir de sobrados por el lunático paraje de las Autonomías. Es sabido que Yuppilandia vive horas de euforia, porque algún economista próximo a Montoro , ha salido en plancha a certificar por fin, el fin. El fin de una pesadilla, el fin del viaje a ninguna parte, el fin de un desahucio espiritual, el fin de un relato sin brotes verdes, el fin soñado por mí y por todos mis compañeros. ¿De verdad es el fin?

En Yuppilandia nunca se atisba del todo el final de cada túnel. Que nos lo digan a los extremeños, masa paciente de Penélopes esperando estación tras estación, la llegada de un tren llamado AVE. Mucho me temo que Monago, tendrá muy difícil ver el fin de tal acoso histórico. Ya saben, ese hostigamiento tedioso al que los ricos del Norte nos vienen sometiendo a los pobres del Sur. O sí... Puede que no todo esté perdido, porque un Rajoy floreciente asoma convertido en rey Arturo y... ¡atentos todos! que ha puesto los machos sobre la mesa redonda. Esa cosa que según Monago está plagada de caballeros insolidarios. Ultra yuppies por el secesionismo, radicales libres pro-rompimiento de mamá Patria, sarracenos anti-hispanos.

Pero atentos todos que clarea por el horizonte un Rajoy espigado de felicidad, un presidente "arturizado" que a un año vista del embrollo electoral, ha conseguido estampar su firma en un mural naif de parados que huyen del paro como almas que lleva el diablo. En Yuppilandia ha muerto el ogro. Esta semana se ha certificado su muerte por paro cardiaco, a las doce en punto del medio día, en julio, con el calor del desierto entre las sábanas y el sopor de las desbandadas veraniegas. Es al fin, el fin de la crisis que nos atenazaba "troika" y desesperadamente.

SI amigos yuppies, la crisis ha muerto. Pero en Yuppilandia aún quedan restos del naufragio, millones de familias cuyo fin de mes, es más negro que el negro de los agujeros negros. Troika y desesperadamente negro. La sensación de ahogo se ha desplazado por unos días al borde del mar, duerme velas en una toalla rebozada de algas y arena, pero septiembre está al caer y los sofocos alcanzarán de nuevo las madrugadas en plena hora punta. Agosto viene con mucha prisa por sacar a flote las ruinas de tanto buque escorado, es tiempo muerto de sol y limonada, de espeto y chanquete, mientras se achicharran vivos, montones y montones de carne humana en guerras no tan lejanas.

Yuppilandia se broncea, sus habitantes yuppies bordean el litoral costero como si el agua salada fuera a desaparecer por el sumidero del mundo. Un mundo que hoy me parece inhóspito, acre, destemplado, desapacible, fiero e irritable. Un gigantesco triángulo de las Bermudas que nos engulle. Dice Monago que esto se ha convertido en un balanceo de yuppies al acecho de migajas en la mesa del harapiento, no le falta razón al presidente del Sur empobrecido. Normal que atice su tizona cada vez que le nombran la bicha y el péndulo, no vaya a ser que a este paso nos quiten hasta el Plan Badajoz. Yo confieso mi asqueo hasta la náusea con el dichoso "temita", me confieso indignada con los periodistas que bailan sardanas noche y día, y dale que te pego con el Norte como si los del Sur hubiéramos desaparecido por el impacto brutal de un asteroide de gran tamaño.

Y Monago, como en su día el pretérito Ibarra , lo que viene a decir, es que el Sur también existe; que no se nos puede tratar como un parque jurásico sumido en las penurias de un invierno nuclear. Que ya está bien de esa irradiación cósmica que el Norte emite contra el Sur como señal intimidatoria. ¡Extremadura, levántate y ruge! ¿Quién dijo miedo?

Variaciones orbitales aparte, sabemos que Yuppilandia va a vivir una semana híper "arturizada", qué hastío más insoportable. ¿Cuánta pequeñez más soportaremos, mientras del cielo llueven aviones y muertos por derribo? Me exiliaré, para obstinadamente ir al Sur, ser y pertenecer por siempre al Sur, fronterizo y casi oceánico.