Extremadura tiene, desde ayer, otro enclave de excelencia patrimonial reconocida: el Monasterio de Yuste, que junto al Archivo de la Corona de Aragón, el cabo Finisterre y la Residencia de Estudiantes, todos en España, y otros 26 sitios de Europa considerados como cuna del europeísmo o impulsores del mismo recibieron ayer el título de Patrimonio Europeo.

En muchas ocasiones, estos reconocimientos obedecen a razones de simetría política, de cortesía entre países o de reparto de galardones que buscan contentar a todos antes que indicar que los méritos que presentan cada candidato son tales que el premio es solo cuestión de justicia. En el caso del Monasterio de los Jerónimos de Yuste es seguro que el galardón le llega por estricta probidad. Porque Yuste es un símbolo de Europa antes de que Europa balbuceara su intención de convertirse en un mercado. Pero con ser esto importante, lo es más el hecho de que Yuste, su Academia Europea y la Fundación que la sustenta, está luchando desde el año 92 para que lo que ya es un mercado se convierta en una comunidad política y, sobre todo, en una comunidad social. Yuste --y es el mérito de quienes se encargan de la institución en Extremadura-- ha partido del empuje que le da la figura del emperador Carlos, pero se encuentra ya muy lejos de ese cobijo porque pocas instituciones están en disposición de presentar un bagaje de defensa de la idea de Europa como la extremeña.