Bono ha dado un sonoro bofetón a Zapatero , al rechazar (¿definitivamente?) la oferta de ser candidato a la alcaldía de Madrid por el Partido Socialista. Y, por cierto, ha dado un sonoro bofetón (¿definitivo?) también al propio PSOE madrileño (PSM), que ya había hecho de tripas corazón y estaba dispuesto a solicitar formalmente al exministro de Defensa y expresidente castellano-manchego que se hiciese cargo de la sustitución de Trinidad Jiménez frente a Gallardón .

Dos varapalos cuando empieza a enconarse la batalla de Madrid . Malo para el PSM, de aguas siempre inquietas, y para el decaído candidato socialista a presidir la comunidad, Rafael Simancas . Pero especialmente doloroso el recibido por Zapatero, que desde hace meses viene asegurando tener un magnífico candidato para la alcaldía madrileña. Así se lo dijo el propio presidente a quien suscribe cuando, el pasado 4 de febrero, se encontraron en la inauguración de la T4 del aeropuerto de Barajas; iba el presidente acompañado de Gallardón y a dos periodistas --en presencia del secretario de Estado de Comunicación, Fernando Moraleda -- nos dijo, quizá para enrabietar al alcalde, que tenía un candidato espléndido para desalojar a Gallardón del Ayuntamiento madrileño. "Ya veréis, ya", prometió, sonriendo con talante, mientras se alejaba del brazo del confuso edil.

Ahora queda claro que aquello fue un farol. Y faroles --cada vez peor disimulados-- todas las siguientes aseveraciones de que el candidato nos iba a dejar a todos de piedra. Mientras, todos los que iban siendo contactados, o aquellos a los que alcanzaba la ola del rumor, querían que el cáliz pasase de ellos: Felipe González, Javier Solana, Peces-Barba, Federico Mayor y yo qué sé cuántos otros más daban calabazas a la posibilidad, real o remota, de encabezar la lista socialista a la principal alcaldía de España, que tiene mucho más presupuesto que tres ministerios juntos, y tres millones y medio de ciudadanos a los que pastorear.

Malos presagios. La verdad es que el propio Bono había dicho ya que no, coherente con sus expresados deseos de recuperar la paz del hogar y de la privacidad. Luego, las cosas han ido como han ido, Bono, genio y figura, aceleró hacia el abismo, reculó en busca de tierra firme y parece que ya quedan pocas esperanzas de que el gran político albaceteño reconsidere. O no, como dice el galaico Rajoy , porque parece que el compromiso al que llegó Bono el pasado lunes en La Moncloa con Zapatero fue de no decir nada definitivo hasta reyes. Un regalo de reyes a los madrileños, dijo, tan misterioso como siempre, José Blanco , otro que lleva meses asegurando tener ya en la cartera el nombre del candidato que derrocaría a Gallardón.

Sería una lástima que Bono acabase rechazando irrevocablemente. Porque la pelea entre él y otro animal político, como su amigo Alberto, iba a ser digna de verse, especialmente dado el romo panorama que nos anega. Para una vez que confiábamos los espectadores y sujetos pasivos de la acción política en asistir a un espectáculo reconfortante, que nos animase a correr hacia las urnas, parece que nada. Y, conste, a mí personalmente me parece que ambos hubiesen vestido bien el cargo. A ver a quién encuentra ahora Zapatero, y a ver si se atreve a seguir manteniendo que guarda bajo la almohada un nombre secreto al que colocar en el sillón de la plaza de la Villa, próximamente en el sillón, aún mayor y más faraónico, de la plaza de Cibeles. Qué país.

*Periodista