Este debate sobre el estado de la nación era el mas difícil de José Luis Rodríguez Zapatero. Llevamos dos años de crisis y, aunque el PIB del primer trimestre del 2010 ha subido un 0,1%, el paro está en el 20% y la deuda española sufre en los mercados. Y las últimas medidas de recortes han creado desorientación. Además, la sentencia del Estatuto de Cataluña, aunque salva su constitucionalidad, es vista en esa comunidad como una bofetada porque altera parte de lo votado por el pueblo catalán.

En economía, Mariano Rajoy estuvo duro, y convincente, respecto del retraso en las medidas de contención presupuestaria y en las reformas. Pero la descalificación total del presidente de los populares ("no hay problema de confianza en España, sí en usted, que carece de toda credibilidad") fue desproporcionada.

Cuando se insiste tanto en el ataque ´ad hominen´ y se pide la disolución de las Cortes Generales, es extraño descartar la moción de censura. Si el Gobierno es tan funesto, y no se va, la oposición debe intentar sustituirlo. Además, Zapatero argumentó bien que la respuesta del mundo a la crisis fue diferente en el 2009 (gasto público) que en el 2010 (recorte presupuestario). Y defendió con convicción su empeño social, ahora entre paréntesis, por el disparo del déficit. El PP, CiU y el PNV hicieron críticas certeras que fueron contestadas. La razón total no la tiene nadie, aunque el tono de Duran Lleida y de Erkoreka facilitó un debate más fructífero.

El otro gran asunto de la primera jornada del debate es la sentencia del Estatuto catalán. Por el encaje de esa autonomía y porque el Gobierno, sin mayoría, precisa apoyos catalanes. No solo los del PSC, sino también los de otros partidos como CiU, que tiene 10 decisivos diputados.

Zapatero dio su primera respuesta: el Constitucional avala las grandes líneas del Estatuto de Cataluña, hay que acatar la sentencia, y esta admite pactar leyes que recuperen lo anulado. Es un camino tortuoso. El PP se opondrá y el catalanismo lo verá con suspicacia. No es la solución, pero, si hubiera auténtica voluntad, sería una vía para no despreciar a los catalanes que aprobaron el texto en referendo.

Zapatero volvió ayer a superar el debate. Quizá si fuera un parlamentario menos brillante, pero un gobernante más concienzudo --y con mayoría suficiente-- las cosas irían mejor. A Zapatero y a España.