En época navideña nos reunimos con gente que no vemos el resto del año. A veces volvemos a nuestros pueblos de origen, vemos nuestro instituto o la plaza en la que jugábamos y fantaseamos con aquellos que fuimos coaccionados por la nostalgia. Otras, nos reencontramos con viejos amigos de infancia que nos obligan a hacer resumen de nuestra vida en un chasquido y nos dejan la indigesta sensación de lo rápido que corre el reloj de los años. Hay otras veces en las que simplemente comemos y bebemos. Pero lo más característico de este época, más allá del empalagoso consumismo y los excesos empeñados en parecer felicidad, son los encuentros con nuestros familiares (y compañía). Y acabamos pasando mucho tiempo con personas diferentes a las que estamos habituadas, algunas muy alejadas a las que elegiríamos como compañía.

Dos caras de la moneda: la positiva, que dirían esos optimistas tan de moda hoy, fanáticos de Mr. Wonderful: aprendes, sales de tu zona de confort, conoces realidades y opiniones distintas, agrandas tu mente. Y la otra cara, más interesante: se crean pequeños conflictos, la conversación arde de boca en boca y se discute. Y en ocasiones el alcohol, tan presente en la mayoría de nuestras católicas fiestas, aviva el fuego.

El tema de conversación de mis navidades ha sido, sin duda alguna, la contaminación de Madrid. En concreto, las medidas tomadas por el equipo de Manuela Carmena. La disputa ha pivotado alrededor de las limitaciones en la circulación de vehículos. En pocos casos llegamos a la raíz de la polémica o nos centramos en el exceso de polución existente o en el posible cerco mediático alrededor de este ayuntamiento gobernado por un nuevo partido político. La mayor parte del tiempo sólo había calor y llamaradas. Y en las tuyas, ¿cuál ha sido el tema más repetido? Sería interesante tener una encuesta, con su lista de argumentos.

Sea como sea, ha habido una conclusión que me he traído de vuelta con mis kilos de más: hay una postura mucho más cómoda de defender en España que otra. Ante cualquier tema, esté o no de moda. Y es la que defiende el status quo, la que repite frases genéricas como extraídas de horóscopos para solucionar los problemas más complejos y sensibles, la que da lecciones morales que suenan a eslóganes publicitarios y lo hace desde la seguridad de tener una vida socialmente aceptada. Es la misma que suele olvidar la enorme diversidad del mundo.

Y ahora, rumiando esta conclusión, me asalta la demoledora idea de que España es, en sí misma, un enorme zona de confort para algunas personas. Y para algunas ideas.

* Periodista