S on pocos los afortunados que no tienen que trabajar en esta vida. Hoy, la norma es trabajar para sobrevivir de manera digna. Y eso, los privilegiados que pueden ofrecer sus servicios a cambio del mardito parné.

No tener trabajo es una desgracia, o no, según se mire. Nos consideramos dichosos al disponer de un lugar donde desempeñar funciones sustentadoras del sistema económico-social en el que se desarrolla la sociedad, para, generalmente, convertirnos en esclavos de otros, que los son de terceros, contratados a cambio de más de dos tercios de nuestra vida, con entrega absoluta, regalándoles tiempo, esfuerzo y, en ocasiones, hasta salud y felicidad.

Desempeñamos trabajos precarios que rozarían la esclavitud, si no fuera por la única recompensa, en forma de dinero, a fin de mes. Sin duda, lo que sostiene el equilibrio o, más bien, desequilibrio, en este mundo capitalista del que formamos parte, de un modo u otro y en mayor o menor medida, fortaleciendo a los más ricos.

Algunos opinarán que les va bien en sus trabajos, no se quejan y, los mejor recompensados, hasta dispondrán de lo imprescindible y más valorado hoy en día por todos: tiempo, irrecuperable e impagable, en ello reside su infinito valor. Y se sentirán suertudos por escaparse sus treinta días al año, festivos y/o fines de semana al pueblo (que es más barato), de vacaciones o, quedarse en casa no haciendo nada salvo existir.

El paro y las emigraciones de los jóvenes, interiores y exteriores, no cesan en su aumento. La alternativa es quedarse y ocupar puestos en categorías profesionales muy inferiores a las acordes a su capacitación académica. Las familias lo aceptamos como normal admitiendo resignadamente que: «es lo mejor para ellos».

«Estudia decían… Conseguirás un buen empleo, decían…», manifiestan memes en RR.SS. y grafitis la cruda realidad, con razón.

La oferta, escasa y de poca calidad, obliga a aceptar puestos en los que el abuso de poder, hasta de compañeros, es indignante. Contratos en prácticas para personas que superan la cuarentena, donde veinteañeras les hacen la vida imposible, exprimiendo sus capacidades al extremo son sólo ejemplos que todos conocemos.

«Elige un trabajo que te guste y no tendrás que trabajar ni un día de tu vida», dijo Confucio sabiamente. ¡Qué pocos tienen ese privilegio!