S omos alrededor de un 70% de agua. Cada célula de nuestro cuerpo necesita de este medio para sobrevivir. La ingerimos y expulsamos por distintos medios y no podríamos aguantar más de cinco o seis días sin hidratarnos sin sufrir alteraciones o padecer negativas consecuencias, sin embargo, nuestra consciencia es de ser entes sólidos y no líquidos. Puede que producto de ello y como método de supervivencia el sistema inmunológico se equivoque agrediendo las partes sanas del propio individuo y desarrollando enfermedades o afecciones relacionadas con la ausencia de agua en el organismo y sus mucosas, como el Síndrome de Sjögren, cuyos síntomas son la sequedad generalizada de las mucosas y piel, además del incorrecto funcionamiento de las glándulas exocrinas, cuya cura hoy en día es inviable pues se desconoce su origen y lo único viable es tratar dichos síntomas.

Así, vivimos casi como anfibios. De forma más evidente aún en verano, cuando buscamos desde fuentes hasta mares o cualquier otro medio con el que hidratarnos y conseguir descender las elevadas temperaturas corporales fruto de las ambientales. Y es también en este tiempo cuando las desgracias se estacionalizan traduciéndose en muertes de bañistas.

No olvido la angustia e impotencia de mi hermana narrando el susto que se llevó cuando casi se ahogan mis otros hermanos o el de todo un pueblo de 200 habitantes marcado por una tragedia de esta índole.

Pero sin duda este verano está siendo especialmente vírico en ese sentido y el número de sucesos se ha elevado de forma considerable, sobre todo en niños, como el del jueves en un campamento en Asturias en donde con tan sólo cinco añitos terminó flotando (se desconoce aún el motivo) en la piscina para adultos.

Según la Real Federación Española de Salvamento y Socorrismo (RFSS) en lo que va de este año, son ya 247 personas las que han perdido la vida por ahogamiento en espacios acuáticos en nuestro país. La peor cifra del último trienio. Esto a mitad de verano, bueno, más bien del tiempo propicio para el baño al aire libre, por lo que la probabilidad de que la cifra aumente es lógica.

Como el agua normal contiene el agua pesada, así la vida contiene a la muerte. ¡Extrememos la vigilancia de pequeños y mayores evitando riesgos innecesarios y corramos la voz!