Plasencia se convirtió ayer, en el día grande de sus fiestas, en un lugar para revivir su pasado medieval. A medida que la gente se acercaba al casco histórico, a través de sus empedradas calles, observaban banderas extremeñas que se alzaban en los balcones en señal de fiesta. A ello, se unían los mantones colgados de las casas.

La ambientación se dejó entrever también a través de la indumentaria, ya que muchos de los vendedores se ataviaron con trajes típicos de la zona y otros se sumergieron en la temática del mundo de caballeros y damas, prisioneros y dragones. Todo ello bajo el sonido de los tambores del concurso que comenzó a las nueve de la mañana. Los distintos tamborileros esperaban su turno a la sombra e hicieron gala no solo de su habilidad musical sino también del atuendo regional. De esta forma, con los numerosos puestos, el casco antiguo se convirtió en un auténtico zoco.

La ambientación seguía en la plaza de Ansano, donde los más pequeños pudieron disfrutar de un paseo en barca al tiempo que sentirse jinetes de dragones y unicornios fue fácil gracias a un tiovivo. Un cencerro daba la señal de salida y funcionaba con el pedaleo de una lugareña caracterizada con los ropajes de la época, remontándonos así al medievo.

Mucha calor

En la mañana del Martes Mayor no se estaba precisamente con la melena al viento galopando en unicornio, sino más bien acalorados bajo los rayos de un potente sol. Ello se vio reflejado en el aumento de compra de abanicos y botellas de agua. Aún así, esto no mermó la fiesta y la gente se abanicaba al son de la música. Además, el sol y las altas temperaturas llenaron el centro con sombreros de paja. Las fuentes también tomaron protagonismo, pues sirvieron a muchos para refrescarse. No obstante, con todo esto no se pudo evitar que Cruz Roja tuviese que atender el día de la víspera a personas por mareos y lipotimias, así como por rozaduras por caídas. A ello, se sumó la atención a un menor por intoxicación etílica.

Al margen, como cada año, fue día de tomarse unas cañas no sólo por la plaza Mayor buscando la sombra en los soportales, sino también por la Calle de los Vinos. Mientras tanto, continuaban los caballeros luchando a muerte por el amor de su amada amenizando así a la gente que pasaba por el lugar. Y no solo ellos, templarios e incluso brujas paseaban entre los puestos otorgándole a la ciudad un ambiente algo más temático.

A pesar del interés por parte de la Concejalía de Turismo de impulsar el ambiente medieval, y aunque el número de puestos fue mayor, el comercio presentó un importante descenso en comparación con otros años.