Conciliar el trabajo y el cuidado de los hijos durante el período vacacional aumenta necesariamente el protagonismo de abuelos, amigos o familiares durante los meses de verano. Esto para quienes tienen la suerte de tenerles, para quienes no, es algo a veces imposible.

Mientras los peques se divierten, los sufridores padres continúan sus trabajos, haciendo malabares para sobrellevar estos meses en los que su rutina laboral no cambia, pero la de los niños sí.

Para muchos, la única manera de conciliar la vida familiar de padres e hijos, más aún en verano, es poder llevar a los niños a alguno de los campamentos de la gran oferta existente en nuestra comunidad autónoma, en cada pueblo o ciudad. Conscientes de esta necesidad, instituciones públicas y privadas organizan actividades para que los menores puedan acudir, durante unas horas al menos, a campamentos urbanos o similares. El miedo a dar este paso siempre paraliza y hacerle frente juntos, padres e hijos, es la mejor forma de superarlo.

La oferta combina distintas disciplinas deportivas con otras lúdicas que entretienen a los infantes y complementan su estancia, haciéndola más llevadera. Campamentos de esgrima, tiro con arco o escalada, llevan a cabo juegos tradicionales entre baño y baño.

Todos conocemos los riesgos a los que exponemos a los churumbeles al dejarles durante horas, días y noches con ‘desconocidos’, pero a veces, se presenta como la única alternativa posible a la vida normal y, muchas veces, la mejor.

Tras el aumento de abusos son imprescindibles legalmente para desarrollar cualquier actividad en la que participen menores, los Certificados de Delitos de Naturaleza Sexual. Sabemos que el pedófilo o, peor, el pederasta pueden ser el vecino, el maestro o quien menos esperemos, (como el caso del detenido en Plasencia por pedofilia, tras la macrooperación nacional hecha pública esta pasada semana), y que nada ni nadie nos garantiza la completa seguridad de que no les suceda algo malo, pero lo que está claro es que el paso por un campamento, al menos una vez en la vida, más a temprana edad, sí asegura cosas buenas. Es más, conozco a muchos padres que opinan que no sería mala idea incluirlos en el currículo escolar como medida de conciliación familiar.