Todos conocemos a algún hipócrita. Aquel falso que pretende que se vea la grandeza y bondad que construye con apariencias sobre sí mismo, mostrándose como ejemplo, simulando algo distinto o absolutamente contrario a lo que es y pretendiendo que se actúe de su misma forma, además de que se glorifiquen sus actos, aunque sus fines y logros estén alejados de la verdad. Experto en disimulo para ocultar lo que no quiere mostrar.

Qué diferente es la realidad de puertas para fuera que de puertas para adentro. Hemos llegado a un punto en que la hipocresía se ha convertido en un conjunto de reglas para moverse en el mundo y relacionarse sin problemas. Quién no lo haya sido alguna vez, que tire la primera piedra. Básicamente, un autoengaño para justificar la necesidad de su utilización. Lo que debemos de distinguir es la naturaleza de dicho conjunto de reglas, que oscilan entre lo permitido y lo prohibido y que mantienen el orden lógico de la convivencia social.

Estamos hartos de ver a diario en los medios de comunicación y a nuestro alrededor estafadores, violadores o acosadores con los que desarrollamos nuestras vidas y llegado a un punto en que, al naturalizar lo malo, no parece tan malo. No cuestionarnos la conducta de alguien porque creemos conocerlo y confiamos en él, constituye la pieza clave para que continúe engañando y nosotros, padeciéndolo.

Conocemos a esas personas bienqueda. Manipuladores natos cuya vida es una obra de teatro donde interpretar el mejor papel protagonista. Personas de tu entorno más cercano, que crees conocer y no dejan de sorprenderte. De cuyo reprobado comportamiento no has querido hablar y que, directa o indirectamente, te están perjudicando sin que tú les hagas nada. A quienes has visto cambiarse la chaqueta en múltiples ocasiones, poner verde a alguien a sus espaldas y, tras esto, asociarse con él. Cobardes incapaces de afrontar la verdad y que escurren el bulto huyendo.

Si no nos afecta, ignorarles y callar es lo más inteligente para no complicarnos la vida, aunque no es la solución. Si nos perjudica, desenmascararlo hará que muchos abran los ojos y se cuestionen su opinión sobre él, aunque para ello y siendo víctima de su maltrato, tengas que demostrar que lo eres, mientras él, más si goza de un halo de prestigio, continúa impune, engañando a todos, como siempre.