Cada año por estas fechas multitud de niños celebran este rito religioso que, dependiendo de la madurez intelectual del menor, logra entender, en mayor o menor medida, su completo y complejo significado.

Entre dos y tres años previos a comulgar por primera vez están preparándose y recibiendo formación católica e información acerca de la figura de Cristo. Cosa, por otro lado, que en determinados casos, francamente, si ya es difícil de comprender para los adultos, lo es más aún para los niños. Muchos a estas edades tienen un desarrollo intelectual superior a su edad, pero también todo lo contrario.

Siendo como es el único requisito estar bautizado para recibirla, creo que este momento debiera de llegar teniendo en cuenta el seso del infante antes que su edad. Aquí es donde los cánones eclesiásticos imponen sus leyes y ante estas, los feligreses poco podemos hacer salvo acatarlas.

Muchos padres, utilizando su libertad, deciden dejar en manos del menor la decisión de elegir en qué momento recibir el sacramento del Bautismo, aunque la mayoría se lo impone. Con la Comunión la cosa se complica, pues debidamente escolarizados y conviviendo con sus congéneres a diario, descubren la existencia de este evento y todo lo que conlleva y el hallazgo condiciona y, por regla general, precipita de forma contundente la toma de su decisión y ejecución, pues bien sabemos lo que supone la presión del grupo de iguales.

A veces, dadas las circunstancias que rodean este acontecimiento, más que una bendición, es un sacrificio para la familia del menor. Convertida o mejor dicho, pervertida, la Primera Comunión, salvo excepciones como en todo, se ha convertido en una miniboda, pero con los mismos requerimientos y excesos.

Muchas familias, parados de larga duración o con otros problemas económicos, han de pedir prestado o alquilar el traje del niño, dado el desorbitado precio que cuesta nuevo y les es imposible hacer frente a este dispendio. Hemos perdido el norte en demasiados valores humanos esenciales, se nos ha ido de las manos la esencia primigenia de muchas tradiciones y ritos, que como este, pierden su verdadero significado, pues la mayoría, tras ese día, abandona su relación con la Iglesia de forma activa. Me pregunto si de verdad merece la pena tanto, solo por hacer lo que la mayoría hace.