"Pedimos a los placentinos que nos apoyen y que sigan comprando nuestros boletos". Fue el llamamiento que hicieron ayer los discapacitados de la OID que venden sus boletos en Plasencia y, según confesaron, ya han tenido que lidiar con la desconfianza de la gente en la calle desde que se hizo público el precinto de las oficinas.

Pero a pesar del cierre, no han dejado de vender sus boletos ni piensan dejar de hacerlo porque aseguran que "No tenemos ningún miedo, nos apoyamos todos lo que podemos". Además, explican a los desconfiados que es la única oficina cerrada en todo el país y en los tres años que lleva en funcionamiento en la ciudad nunca ha habido problema alguno. Son unas 200 familias las que dependen de las oficinas de Plasencia y muchos vendedores llevan en la organización desde que se abrió la sede.

La venta del boleto se ha convertido desde entonces en su forma de ganarse la vida y por eso un padre de familia no dudaba ayer en advertir que "estamos dispuestos a llegar hasta donde haga falta porque nos están quitando el pan de nuestros hijos".

El resto opina igual y señala que "si hay que ir a algún sitio o hacer más manifestaciones, pues se va". Por otro lado, la delegada de la OID en la ciudad quiso recordar a los placentinos que con el cierre se frenan también las obras sociales que viene desarrollando la organización como la entrega de sillas de ruedas a discapacitados: "ya hemos entregado dos y en el verano tocaba dar la tercera".