La tarde no llegó a estallar. La corrida fue de esas que te dejan con sabor agridulce. Los ejemplares enviados por Joselito y Martín Arranz, junto con el remiendo de Carmen Borrero, resultaron fáciles de manejar, pero probablemente les faltara algo más de chispa para que todo hubiera tenido más transmisión.

Hubo uno que destacó especialmente y que por hechuras nadie hubiera apostado por él. Fue el quinto. No pareció en los primeros tercios lo que sería después. Toro a más, a mejor en calidad, que permitió a Cesar Jiménez realizar un trasteo largo en el que hubo algunos pasajes de buen toreo, planteado todo en los medios. Falló con el descabello y se le escaparon lo que pudieron haber sido dos orejas. Al segundo de la tarde le había construido una labor muleteril de muchos pases, vistosidad, pero le faltó más quietud.

Enrique Ponce estuvo muy decidido toda la tarde. Está en racha y se le nota. Ayer, se le vio con peso y solvencia ante su lote, que en sus manos pareció más fácil de lo que fue. El primero iba y venía, pero no acabó de entregarse. Ponce lo fue haciendo a base de una gran labor técnica y logró muletazos muy jaleados. Al cuarto, más complicado por su corto viaje, lo quiso enseñar a alargar su recorrido, pero el animal no se dejó a pesar de la buena lidia del valenciano.

Los mejores naturales de la tarde salieron de las muñecas de Manzanares. Los apuntó ya en el tercero, pero sólo fue un chispazo ya que la faena no llegó a tomar vuelo. Pero en el sexto, sobrero de Carmen Borrero, que tomó los engaños con franca embestida, Manzanares logró dos series espléndidas por su ligazón, la hondura de los muletazos y la profundidad de los finales. Fue el momento en el que el público se metió más de verdad en la corrida, merced a la pureza de aquellos lances. Sólo dos orejas en la tarde que pudieron ser más si los aceros hubieran encontrado el sitio adecuado.