L o sé, cuidar de una persona enferma es duro, cuidar de una persona con alzheimer, u otra enfermedad mental degenerativa similar, es más duro aún, pero si, además esta persona es un familiar…puede acabar con uno.

Cuando el agotamiento se une a la preocupación, el estado de estrés continuado acarrea otros efectos secundarios negativos que afectan al buen desenvolvimiento de la vida diaria e, irremediablemente, terminan facilitando la aparición de enfermedades sicosomáticas.

Disponer de time out para poder desconectar, no solo es altamente recomendable sino necesario, imprescindible para la persona que dedica su vida a cuidar de un enfermo, incluso, estándolo él mismo y dando más de lo que puede en esa entrega. Entrega a la que sumar la presión del resto de familiares para que no le pierda de vista, conozca la posología de su medicación, vigile sus tomas, aseo, etc. Si ya es difícil cuidar de uno mismo cuando las capacidades están mermadas, cuidar de otro, más si es la propia pareja, si no se vive, no se entiende.

Encontrar el equilibrio perfecto entre hacer y dejar hacer, contribuyendo a la autonomía del paciente y a favorecer su conservación, es una quimera para el cuidador, que, sorprendido por el diagnóstico, ignora qué debe de hacer en cada momento. La desinformación impide el conocimiento de los síntomas y el proceso de la enfermedad.

Informarse ayuda a comprender y es una herramienta práctica para cualquier persona que padezca esta situación. La educación y la carga de prejuicios impiden ver la realidad tras un comportamiento inadecuado por parte del enfermo.

Descubrir el alcance de la enfermedad al acercarnos a asociaciones en las que encontramos enfermos con distintos grados de deterioro aterroriza, pues se evidencia con hechos lo que, en forma de palabras, nos trasladaron los especialistas previamente. Tener para comparar puede ser bueno y malo, pero no evita que el final sea el mismo para todos.

Sin embargo, la existencia de los grupos de ayuda mutua para los cuidadores, habitualmente familiares, facilita que la carga sea un poco más llevadera. Escuchar a otros en tu misma situación y relatar tu caso en particular, cuanto menos, sirve para desahogarse. Algo es algo, a veces, mucho. Aunque con el tiempo sepas que, el único secreto es calma, paciencia y amor.