El placentino Miguel Sánchez-Ocaña López de Berges ha contribuido a enriquecer el archivo histórico municipal gracias a los más de 12.000 documentos de entre los siglos XVIII y XIX que ha querido donar al ayuntamiento. A sus 83 años, tenía claro que su legado no podía marcharse fuera de la ciudad.

¿Por qué decidió legar sus documentos a la ciudad?

--No ha sido algo premeditado sino rodado en el tiempo. No quería que pasara como con el legado de Paredes o Sayáns, que se han ido fuera. Yo quería que el mío se quedara aquí. La idea era recuperar esos papeles que estaban perdidos en el desván y pensé que podía escribir algo sobre ello, pero cuando vi que eran bastante completos, pensé que lo mejor era que quedara para el archivo. Además, he tenido el apoyo y el asesoramiento de Jesús Manuel López Martín y de la archivera Esther Calle.

¿Cómo llegaron hasta usted?

--Por mi madre, que los recibió de su bisabuelo, don Ventura Delgado. Este fue secretario del ayuntamiento y escribano desde principios del XIX y además tenía un estanco de tabaco y sal y una casa de banca. Los documentos estuvieron primero en un despacho y después fueron subiendo hasta el desván.

¿Cuánto tiempo le ha llevado recopilarlos?

--He tardado unos quince años en limpiar todos los papeles porque estaban en unas condiciones desastrosas. He leído buena parte y vi que había muchas cosas que merecían la pena. Aún así, hay legajos que no he querido desatar porque son cordeles que no se han desatado en 200 años. Eso lo dejo a los investigadores.

¿Cuál es, a su juicio, el mayor valor del legado?

--Que cuenta cosas de la vida porque entre los papeles hay cosas muy curiosas como las cartas del último prior de Yuste a su hermano en las que le cuenta la historia de Montejo, uno de los bandoleros de la época. También escribe desde Almaraz diciendo que la posta no traía correo el 5 de mayo de 1808 y era porque había estallado la Guerra de la Independencia.

¿Cuáles son los documentos más antiguos?

--Una cédula de los Reyes Católicos de 1502 y unas capitulares matrimoniales del siglo XVII. También hay otra cédula de Fernando VII y como curiosidad, el París-Murcia, una revista con un número único que salió en tiempos de mi bisabuelo y se vendió por los damnificados de la riada de 1879. Pero también aparece el escrito de promoción de la universidad en San Vicente y boletines oficiales de cuando estudiaron hacer navegable el Tajo desde Aranjuez a Lisboa, entre otros.

¿Alguna vez se le ocurrió venderlos?

--No, porque siempre pensé que habían pertenecido al ayuntamiento y no me parecía bien ponerme a venderlos. Por eso los he donado al ayuntamiento, a la ciudad, para que se conserven en el archivo como una sección propia e indivisible.

¿Ha pedido algo a cambio al ayuntamiento?

--No, sólo que se conserven para la investigación y el estudio, pero en caso de no cumplirse esa condición, el legado revertirá en la familia. Además, he pedido que se realice una publicación para que haya un control y no se pierdan. Estarán a disposición de los investigadores y de los descendientes de don Ventura.