Ni las heladas nocturnas ni la posibilidad de dormir bajo un techo en el albergue de Cáritas, que nunca ha llegado a estar lleno pese a tener solo cuatro camas, evitan que algunas personas prefieran buscar un rincón en la calle para pasar la noche cuando no la pasan dentro de un coche. Ni Vicente ha renunciado a dormir dentro de un vehículo en el aparcamiento anexo a la estación de autobuses ni Agustín a echarse, como él dice, bajo las estrellas.

Pero a personas sin hogar tan conocidas como ambos en Plasencia, los hay nuevos que se han hecho un hueco en la puerta de un comercio cerrado en la avenida de la Vera o dentro de un coche abandonado junto al histórico Florida. Al primero apenas se le ve bajo las mantas, seguramente insuficientes con las bajas temperaturas, pero los segundos no han pasado inadvertidos a los vecinos del bloque más cercano, que han pedido a la policía local que retirara el turismo de la calle y así ha sido.

Son solo algunos ejemplos al margen de los que se meten ilegalmente en un local, como es el caso del situado junto al puente Trujillo y que los vecinos han pedido al ayuntamiento que obligue al propietario a tapiarlo porque ya han ido dos veces los bomberos a apagar fuegos.