TCton la estrategia Europa 2020, concebida para un crecimiento "inteligente, sostenible e integrador", la UE ha apostado, entre otros objetivos, por un espacio digital único. Se espera que la unificación permita potenciar el acceso a la información y avanzar hacia la sociedad del conocimiento, además de introducir nuevos modelos de empleo, productividad y cohesión social para hacer más competitiva nuestra economía.

Alcanzar estos logros no es tarea fácil. Se impone la necesidad de uniformar el panorama legislativo pasando de 28 mercados nacionales a un solo mercado europeo. Especial importancia ha de tener también el reforzamiento de la confianza en los servicios electrónicos, para lo que se proponen actuaciones conjuntas de todos los Estados en materia de ciberseguridad. Pero, sin duda, uno de los pilares de la reforma debe descansar en una profunda modificación de la normativa sobre telecomunicaciones. Ello exigirá revisar el marco de los medios audiovisuales (cadenas de televisión y proveedores de servicios por internet) y de las plataformas en línea (motores de búsqueda, redes sociales y tiendas online de aplicaciones) para favorecer el desarrollo tecnológico de nuestras empresas. Tampoco debe olvidarse que es imprescindible contar con un sistema propio de navegación por satélite para no depender del americano. A tal fin, no convendría demorar la entrada en funcionamiento del sistema europeo Galileo, más preciso que el GPS de Estados Unidos o el Glonass ruso.

Perseguir la mejora del entorno empresarial es bueno. Pero la UE no debe marginar a los consumidores, que son los sujetos débiles del mercado. Es necesario alcanzar una especial protección contra los abusos en transacciones y pagos electrónicos (especialmente tarjetas y móviles), procurando una mayor responsabilidad de los prestadores del servicio, dado que el principio de libertad de empresa ha de entenderse en el contexto del Estado social y democrático a fin de corregir los desequilibrios y desigualdades que pueda generar la economía de mercado.