Hoy hasta me he cruzado en la calle con el delincuente al que he tenido que denunciar ya varias veces por entrar a robarnos, como se puede comprobar en las grabaciones del servicio de videovigilancia". Lo dice el responsable de la distribuidora local del butano y resume a la perfección su impotencia ante los continuos robos de bombonas en el almacén. Hasta el punto de que la plantilla se está planteando organizarse en turnos de vigilancia aún a sabiendas del riesgo que asume. "Pero qué vamos a hacer --dicen-- preferimos luchar por nuestro puesto de trabajo".

En 36.000 euros anuales valoran las pérdidas. "Somos trece familias y prácticamente estamos trabajando para cubrir gastos", añade el responsable, quien explica que en febrero optaron por instalar un costoso servicio de videovigilancia para aportar pruebas a la policía y al juzgado. "En tiempos --apunta-- llegaron encima a sospechar de nosotros". De hecho, las grabaciones han servido para detener a varios individuos, aunque no todos han ingresado en prisión. Además, cuenta la surrealista situación que vivió el festivo del 1 de Mayo. "El mismo tío que nos entró a la una y media, había quedado en libertad a las doce, según me dijeron en la policía". La alarma alertó de su presencia y fue pillado in fraganti por las policías local y Nacional después de desmantelar el sistema de videovigilancia. "El electricista dice que sabía lo que hacía porque si no, se hubiera quedado pegado a los cables" señala.

Pero este no es el único episodio rocambolesco. Recientemente uno de los individuos fichados por sus cámaras, y por la policía, sufrió un accidente de tráfico conduciendo el mismo coche donde, en las imágenes, se ve cómo carga las bombonas. En ese preciso instante no pudo ser detenido porque no llevaba ninguna ni en el maletero aunque sí las había esparcidas en la cuneta. De manera que la compañía del butano tuvo que denunciarlo, fue identificado y detenido. "Pues este señor nos ha entrado hasta seis veces --destaca-- en una noche llevándose diez bombonas cada vez". O sea sesenta, por lo que considera que "si se quiere, se le pueden imputar más y más robos".

Mientras tanto, el personal hace batidas periódicas por San Lázaro y Gabriel y Galán --los focos de venta-- para recuperar las bombonas, ya vacías. "Y además de tener que recogerlas entre jeringuillas --se queja-- tenemos que aguantar que se rían de nosotros en nuestra cara". Les gustaría sacar el almacén del medio del campo y trasladarlo a una nave cerrada, pero por motivos de seguridad tiene que estar alejada del casco urbano y al aire libre al ser material inflamable.