El pasado 14 de junio terminó en Plasencia, de momento, el culebrón que empezó el 14 de febrero, Día de los Enamorados. A mi modo de ver, acabó bien. La sensatez, que ha brillado por su ausencia durante estos delirantes meses, se impuso, así como la lista más votada y, siquiera en minoría, la nueva alcaldesa es Elia Blanco.

El Partido Popular placentino de Victoria Domínguez ha demostrado que hay talante y talento para aguantar las embestidas. Por ahora sobrevive a las cornás que le dieron algunos votantes y las que le han dado y le siguen dando los emboscados y los tránsfugas.

Tras tanta mentira y tanta intoxicación, no sé si será verdad lo que dice el exalcalde a propósito de su regreso triunfal al Partido Popular. Si así fuera, el ridículo de Floriano no tendría parangón en la historia de nuestra joven democracia.

Uno piensa que no es lo mismo asumir los errores que, visto lo visto, volver a contar con según quién. Pero eso es sólo lo que uno piensa, convencido de que una cosa son los extraños compañeros de cama y otra acostarse con el enemigo. Supongo que el tiempo irá asentando los acontecimientos y que la caprichosa moviola del recuerdo dará más de un susto a quienes recapaciten sobre sus actos y sus declaraciones. ¡Se han dicho y hecho tantas burradas en todos estos meses!

No me cabe duda de que va a notarse el cambio. Dije y vuelvo a repetir que la inmensa mayoría de los nuevos concejales, repitan o no, son, como se ha demostrado, gente abierta con ganas de mejorar lo mucho que en Plasencia es mejorable. Casi todo. Ojalá una moción de censura no nos retrotraiga a esos tiempos duros que muchos estamos deseando olvidar.