S mos la única especie capaz de alienarse hasta el punto de autodestruirse y quién sabe si hasta de extinguirse al paso que vamos. De momento lo estamos consiguiendo con numerosas especies, tanto animales como vegetales y el planeta es, cada vez, un lugar menos habitable para cualquier ser vivo.

Este verano hemos sido testigos y, quizá hasta cómplices, por la pasividad en cuanto a las actuaciones posibles a llevar a cabo desde la ciudadanía, de una barbarie encaminada al fin de nuestros días. Plasencia y sus comarcas están quemadas, literalmente. Como una tortura china, los incendios han estado sucediéndose diariamente. Es evidente que estamos haciéndolo mal. ¿Cómo es posible que el número ascienda a decenas de incendios con múltiples focos, en la mayoría de los casos, y simultáneos en distintas localizaciones en la misma jornada?

Paraísos naturales comarcanos han sido cruelmente arrasados por las llamas que, metro a metro, devoraron miles de hectáreas tristemente irrecuperables ya, imposibilitando volver a verlos en las mismas condiciones geológicas, botánicas...

Sólo este año en el país, 222 personas están siendo investigadas, sí, menos que en el fatídico 2012 en el que fueron 526, pero demasiadas en cualquier caso y de ellas, las cifras reales de imputados o condenados es irrisoria dada la magnitud y el alcance de los delitos perepetrados. Una vez más el sistema falla. Las leyes son insuficientes, incluso éstas favorecen la provocación de incendios, convirtiendo en zona urbanizable dichos terrenos. Cualquiera que sea el medio para favorecer nuestra extinción a cambio del beneficio de unos pocos, debería de ser revisado y modificado, bien a través de leyes no sólo preventivas, sino coercitivas y punitivas que nos protejan de esta lacra, dado que la educación no parece ser efectiva ni suficiente para coartar la dolosa voluntad de las personas que llevan a cabo estas acciones.

Nada sirve contra la voluntad del hombre en cada acto reconocido tras la perversa intencionalidad de los mismos, dado que para que uno sea fortuito, el resto son provocados.

Debemos de querernos poco y mal para que seamos capaces de llevar a cabo este planetacidio que, al paso que vamos, no solo acabará con otras especies, sino con la propia. Hagamos algo ya, o no habrá qué dejarles para vivir. H