Víctor Pereira, madrileño de 44 años, llegó a la comunidad terapéutica de Proyecto Hombre en Plasencia «buscando esperanza», después de haber pasado por ocho procesos de rehabilitación sin éxito, y, tras trece meses, ha conseguido pasar a la fase de reinserción. «Venía hundido y he conseguido salir a flote. Esto es lo mejor que he podido vivir».

Lo dijo esta semana, emocionado, ante todas las personas que asistieron a las jornadas de puertas abiertas que organizó Proyecto Hombre con motivo de los 23 años de existencia de la comunidad terapéutica. Sus palabras, escuchadas por sus compañeros, fueron precisamente de esperanza y un ejemplo de lo que este centro puede conseguir para sus usuarios.

«Entré aquí el 4 de abril del 2017, el día de mi cumpleaños y después de más de 30 de adicción». Hijo de una familia desestructurada y vecino de un barrio humilde, comenzó a consumir con diez años, recordó.

Tras diferentes procesos de rehabilitación y recaídas cada vez peores, con «todo prácticamente perdido, sobre todo mi amor propio, lo único que deseaba era tener esperanza para seguir adelante».

Su madre llegó a denunciarle «para que no delinquiera» y su hermana le dijo que quizás era mejor que muriera «y descansar todos de este infierno». Estuvo a punto de ocurrir, pero «en el último segundo se me apareció mi hija de 17 años y di el paso para atrás. Vine con muchas ganas de recuperarme y con mucha fe de que fuera la definitiva».

Y, aunque reconoce que los principios fueron difíciles y ha compartido tristezas y alegrías, ahora se siente «superfeliz, renovado. He recuperado la confianza de mi familia. Siempre recordaré el haber pasado por aquí», subraya.

Tiene ahora ocho meses por delante para el proceso de reinserción, una fase con la que Proyecto Hombre busca que, tras la deshabituación, puedan volver a la sociedad encontrando de nuevo sentido a la vida.