Se marcharon humildemente en octubre del año pasado después de 160 años de labor social y educativa en el colegio de San José, pero ayer salieron a la luz porque recibieron un entrañable homenaje de las antiguas alumnas. Para muchas, huérfanas, fueron su verdadera familia, pero la falta de vocaciones obligó a la congregación de la Sagrada Familia de Burdeos a dejar definitivamente Plasencia.

En reconocimiento a su dedicación queda una placa conmemorativa que ayer descubrieron el obispo y la alcaldesa en la portería del colegio, cuya calle esperan ahora que reciba el nombre de la congregación. Pero donde también se las recordó ayer fue en el Rosal de Ayala, donde tantos años vivieron comprometidas en el día a día de un barrio obrero, y por lo que la asociación vecinal va a pedir un monolito en la plazuela de Luis de Zúñiga que está en plena remodelación. El de ayer fue un día para el recuerdo de muchas generaciones de placentinas que pasaron por el colegio. Para muchas familias fue en su día la única posibilidad de dar un futuro mejor a sus hijas y, de hecho, fue cantera de maestras en su escuela de Magisterio. Como Choni Hernández, de niña interna a maestra aún en el colegio que ayer no cabía de satisfacción.