Lo mejor sin duda es el huerto de toda la vida. Ese pequeño reducto que nuestros mayores mantienen y transmiten su arte a quienes desean aprenderlo. Ese en el que te aseguras de que nada hay de artificial en lo que te llevas a la boca y, salvo los depósitos incontrolables que inevitablemente contienen la tierra y el agua, producto de nuestra forma de vida, el fruto que te llevas a la boca es absolutamente natural. Quien lo tiene, sabe de lo que hablo.

Suerte tienen aquellos que disponen de un terreno donde poder sembrar, esparciendo las diminutas semillas en la era, ese trocito de tierra que aprovecha cada centímetro para hacer nacer una planta, que, si sale adelante, florecerá y dará frutos. Después trasplantarlas y procurar su crecimiento oxigenando sus raíces y regándoles. Para por fin, experimentar esa sensación de descubrir un pequeño fruto, que va creciendo día a día hasta el preciado momento en que, una vez maduro, puedes arrancarlo de la planta y llevártelo a la boca sin necesidad de más aliños o acompañamientos. ¡Eso sí que es una explosión para todos y cada uno de nuestros sentidos! ¿Qué hay mejor que ver el primer tomatino en la tomatera, descubrir a través de la vista cómo comienza a tomar su color rojo y engorda día tras día, hasta el instante óptimo en que una mañana temprano, aún con las gotas de rocío, lo arrancas con tus propias manos y le das un mordisco, mientras escuchas cómo tus dientes rompen su piel, percibes su característico olor y saboreas algo auténtico, en definitiva, una experiencia que hay que vivir para comprender su dimensión.

El eterno retorno es un hecho y la gente está volviendo a cultivar la tierra, origen de todo. Actualmente miles de hectáreas están abandonadas o en barbecho por el cambio de vida de sus dueños o su fallecimiento, que bien podrían acoger a miles de familias sin recursos, si las cosas se hicieran como debieran y el género humano no fuera tan egoísta.

En la Vera alta se están llevando acciones de recuperación de esta noble y sencilla tradición, tales como la creación de un registro de tierras en desuso y de personas que quieren cultivarlas, intercambio de semillas o mesas redondas en las que enseñar e informar sobre el cultivo tradicional de hortalizas en nuestra comarca. Un método que contribuirá al despoblamiento que sufren las zonas rurales de nuestra región.H