C onvertimos en noticia lo que debería de ser normalidad y viceversa a estas alturas del cuento. El mundo al revés.

Es noticia la debida petición por parte de la ARMHEX (Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica de Extremadura) al Excmo. Ayto. de Plasencia la retirada de las tres medallas de oro (ni una ni dos, tres) al único ciudadano poseedor de tal distinción, Francisco Franco Bahamonde, cuando debería de ser algo resuelto desde hace décadas y no solo en lo referente al tema institucional, complicado y tedioso (nombres de calles, de instituciones, monumentos, reconocimientos honoríficos o ejemplares, …) sino al humano, que es sin duda, el principal hecho de este nudo histórico, porque la historia dejó de ser lineal, para crear numerosas ramificaciones en torno a asesinatos, cárceles, exilios y reconocimientos póstumos tras la guerra.

Hablo de heridas que aún no han podido cerrarse porque miles de personas vivas o, incluso, ya muertas, no han tenido aún la oportunidad de sanarlas o, siquiera, poner una tirita y un poco de agua oxigenada que aliviara su sangrado y permitiera paliar el dolor de, no ya la pérdida, puesto que es irreparable, pero sí al menos el de saber el lugar exacto donde falleció un ser querido y así decidir qué hacer con sus restos para despedirle, como cualquier ciudadano de derecho en un Estado de Democracia como el nuestro.

Las cifras hablan por sí solas, son más de 114. 000 los desaparecidos en España, que es el segundo país del mundo, tras Camboya, con mayor número de personas víctimas de desapariciones forzadas, cuyos restos no han sido recuperados ni identificados.

Desde Europa hace ya años que se reprocha al Gobierno que no investigue ni enjuicie los crímenes de la Guerra Civil y la dictadura, se ha pedido la derogación de la Ley de Amnistía de 1977 y recomendado la colaboración de la justicia española con los procedimientos judiciales en el exterior, así como que la política llevada a cabo sea para financiar la actividad de asociaciones, en lugar de establecer una política de Estado.

Además, ha aludido a la ambigüedad a la hora de enseñar la guerra civil y la dictadura en los colegios.

Sin personas no habría historia y para mantenerla viva y no repetirla debemos traerla al presente y cicatrizar heridas. Por ellos.