"Es lo mismo de todos los veranos, incendio un día sí y al otro también", resume un vecino del norte de la ciudad. Los habitantes de las zonas más cercanas a los descampados y espacios sin edificar se mueven entre la resignación y la rabia, alimentada por los frecuentes incendios intencionados que sufren junto a sus hogares.

Si bien celebran la detención del pasado lunes de dos menores, acusados de haber provocado tres incendios repartidos por la ciudad ese mismo día "y ojalá les caiga una buena", como desea una vecina, otros no son tan optimistas. "No le veo fin mientras no cambien las leyes, porque ellos saben que se van a ir de rositas", afirma otra mujer, "y mientras, nosotros con miedo de que cualquier día con una pavesa arda un coche o una casa". Ayer, por ejemplo, los bomberos tuvieron otras dos actuaciones en la zona de las huertas.

"Se necesitan más patrullas, más vigilancia, más policía", afirma otro vecino. De esta manera "será más difícil que esos pirómanos jueguen al despiste", considera otro hombre, porque "es así, se lo toman como un juego", lamenta.

"Debe de ser muy divertido prender fuego al campo y luego esconderse a ver actuar a los bomberos, supongo", incide otra mujer, con sarcasmo. "Si un día vieran el fuego a metros de sus casas, como lo he visto yo de la mía, y más de una vez, a lo mejor no se divertían tanto", destaca.