Visiblemente emocionado, el artista Enrique Jiménez Carrero leyó ayer uno de los pregones de feria más originales que se recuerdan. Hijo adoptivo de Plasencia --como todos los nacidos en Granadilla-- y embajador del turismo placentino, Jiménez Carrero utilizó la literatura para pintar un cuadro de la ciudad con la ayuda de Mayorga, el abuelo de todos los placentinos.

Haciendo acopio de sus consejos, el pregonero dibujó su particular retrato con palabras y describió una Plasencia amable con los visitantes "porque aquí nadie es forastero", con su plaza Mayor llena de puestos un día de mercado y repleta de productos "inigualables", como las cerezas del Jerte, el pimentón de La Vera, el aceite de Gata o la miel y el polen de las Hurdes.

El artista también usó su pincel para recrear los monumentos que caracterizan la ciudad: El palacio episcopal, la torre del ayuntamiento, las iglesias, los jardines de San Antón o el santuario del Puerto. Y la feria, "porque si no existiese la feria, no existiría esa mezcla del pueblo y lo festivo", aseguró.

Además, Jiménez Carrero se refirió a la paleta de colores que emplearía para completar su obra. Habría verde, el de la naturaleza cercana; naranja, para retratar la jovialidad de la ciudad; gris, reflejo de la plaza de la Catedral en un día de lluvia... Y una mezcla de todos para reflejar "el amor que siento por Plasencia".

El pregonero quiso que sus últimas palabras de ayer fueran de ánimo "para vivir estas ferias llenas de plenitud, diversión, alegría, respeto y tolerancia".