TEtl verano va desgranando sus últimos días y el panorama político sigue igual. Tácticas, estrategias e intrigas políticas prevalecen sobre la urgencia de una nación gobernada. El pueblo compara lo que considera incompetencia de la clase política con la capacidad de sacrificio que deben demostrar día a día jóvenes, desempleados, jubilados o autónomos.

Europa nos apremia a regularizar esta situación tan anómala. Quiere interlocutores válidos a los que poder exigir compromisos y responsabilidades. Pero a estas alturas ya no es suficiente nombrar Gobierno. Es necesario un timón fuerte y estable que tome conciencia de la urgencia de adoptar políticas de estímulo para salir del impasse .

Ni la UE ni los países miembros contemplan con buenos ojos la hipótesis de tener que cofinanciar el Estado de bienestar que nos hemos dado. La deuda pública española ha llegado a cifras críticas. Y ni siquiera la caída de la prima de riesgo hace ya sostenible la situación. Las recetas de Europa son claras: subir impuestos y aligerar el Estado con un funcionamiento más eficiente y menos despilfarrador.

Pero una mayor carga fiscal nos llevaría a frenar el crecimiento económico y la creación de empleo. Necesitamos diseñar estrategias en materia de innovación y redimensionar el Estado. Hay demasiados órganos políticos ineficientes.

Para alcanzar estos objetivos nos urge un Gobierno fuerte y estable. Y si los líderes políticos son incapaces de pergeñar la gobernanza del país, estaremos abocados a afrontar un tercer proceso electoral, lo que significaría que no estamos ante una auténtica regeneración del sistema democrático, como nos vienen prometiendo los políticos, sino ante una mera lucha por el poder.