«Hace pocos años era muy reacio a estar con personas con discapacidad. Ahora eso ha cambiado y me he dado cuenta de que no sabía lo que me perdía». Es el testimonio de Mateo Toro, voluntario sevillano del campo de trabajo de PLACEAT que finaliza mañana en San Gil.

Durante dos semanas un grupo de 17 voluntarios llegados desde varios puntos de España, como Castellón, Murcia, Galicia, Andalucia y Extremadura, y también desde Europa, como Francia, Grecia, Polonia, Italia y Portugal, han convivido con unos 20 usuarios de Placeat en su campo de trabajo realizando numerosas actividades y tambien rehabilitando una nave vieja para poder aprovecharla en un futuro.

El objetivo es «la plena inclusión y la normalización». Cuando todo termine los voluntarios «saldrán de aquí con una buena experiencia y que transmitirán a todo el mundo, allí donde vayan, y eso es lo mejor que se puede hacer. El balance es muy positivo», señalaba Alicia Trujillo, una de las monitoras del campo de trabajo, quien trabaja junto a Álvaro Cano, Álvaro Merino y el director Jesús Ginés.

Por las mañanas desayunan todos juntos, trabajan en la rehabilitación de la nave y hacen también dinámicas y otras actividades como manualidades. Por las tardes es tiempo para el ocio y se dedican a visitar todo el norte de Extremadura, sus piscinas naturales y sus pueblos. «La verdad es que es una experiencia maravillosa poder estar con todos estos chicos y reconforta mucho ver que hacen lo que se les pide y siempre con una sonrisa en su boca», explicaba Morena Sanna, una voluntaria llegada desde Italia, quien también aseguró que este campo de trabajo le está permitiendo «conocer la cultura española y juntarla con la realidad de la discapacidad».

Para Sara Morandeira, llegada desde Galicia, la experiencia está siendo «perfecta» y le está permitiendo «conocer de primera mano su realidad y saber que son personas normales, como cualquiera de nosotros, con sus capacidades especiales y que es algo que habría que inculcar en la sociedad de hoy en día», comentaba. Ella ya conocía el trabajo que se hace con ellos y cómo tratarles y aseguraba que «porque tengan una discapacidad no hay que apartarles, pueden hacer lo mismo que nosotros, aunque les pueda costar un poco más».

El caso del voluntario sevillano, Mateo Toro, es especial pues hasta hace poco tiempo no se imaginaba convivir con personas discapacitadas. «Tenía una repulsa total hacia ellos, pero ahora me doy cuenta de lo equivocado que estaba porque son personas encantadoras que siempre te sacan una sonrisa y que tienen un potencial de vida increíble», aseguraba. Él quería quitarse esa «espinita» que tenía clavada «y no me lo pensé dos veces cuando vi este campo de trabajo, es fantástico poder estar aquí estos días», sentenciaba Mateo.

Pero para los usuarios de Placeat también están siendo unos días «inolvidables e inigualables», como reseñaba Gloria María Fernández. «Lo que más me gusta es conocer a los chicos que vienen de fuera y aprender algo de idiomas con ellos», señalaba Tomás Rodrigo. «La experiencia es muy buena», sentenciaba Lorenzo Garzo.