Y tú qué te has pedido? ¿Te has portado bien? Pues ya sabes que si no has sido bueno te traerán carbón (más que un castigo, para algunos es una bendición el delicioso dulce).

Hace meses que los catálogos de juguetes invaden los buzones con imágenes a todo color repletas de «me lo pidos». Aún recuerdo mi primer balón (no había mucho donde elegir), era naranja con rayas negras y botaba un montón. Lo vi colgado por su red blanca en el techo de la tienda del Sr. Félix. La única en todo el pueblo que ofrecía algún artículo fuera de lo imprescindible para vivir. Que tenga conciencia, fue la primera vez que deseé algo sin esperanzas de conseguirlo y los Reyes Magos me lo trajeron haciéndome inmensamente feliz. Conservo el recuerdo de su llegada y a mi hermano sonriendo, cómplice y guardián del secreto hasta el dichoso día y me pregunto en qué preciso momento se pierde la inocencia. Tal vez, con el poder del conocimiento y el afán por demostrar la superioridad del individuo frente a sus semejantes, mediante la adquisición del lenguaje y su uso para lo que se denomina: la pragmática del lenguaje, pueda ser una posible explicación.

Es en lo que consiste la publicidad abusiva a la que nos vemos sometidos, sobre todo por estas fechas, a esa manipulación manifiesta o velada mediante mensajes visuales y sonoros para lograr el consumo de un producto concreto, en este caso y aunque no sólo, juguetes. ¡Y funciona oiga, vaya si funciona! Nada más has de pasear un veinticinco de diciembre o un seis de enero por las calles y ver los contenedores de basura repletos de envoltorios.

Muestra evidente del involucionismo al que hemos llegado es convertir la vida en una competición para ser «el que más…lo que sea», aunque sea dañino; en esta ocasión, el que más juguetes tenga el primer día de colegio, al regreso de las vacaciones de Navidad.

Porque no vale un coche o un bolso sólo, aunque sean los más caros y mejores, si son cinco, mucho mejor. Cuando lo que de verdad necesitan y quieren es más tiempo y de mayor calidad junto a sus seres queridos, más caricias y abrazos.

Demasiado tarde descubrimos y compartimos que, menos, es más. Por eso, todos deberíamos encargarnos de enseñárselo cuanto antes, para evitar frustraciones futuras.