La treintena de balcones adornados en el casco antiguo y la incesante música de los tamborileros, que desde primera hora de la mañana cincelaban el ritmo de la percusión con la armonía de sus flautas, apuntaban que no era un martes más. Lo constataba la exitosa jornada previa, que con motivo de la celebración del sexmo, el pregón, la inauguración del mercada medieval en San Nicolás y el concierto de Malú, congregó en el casco antiguo a miles de personas de las comarcas aledañas.

La magia de la noche y la ambientación del medievo, con mercadillos, disfraces o representaciones de la época significó un extraordinario augurio. El éxito durante la madrugada del lunes de puestos y actividades, como el de la artesana de abanicos o el tiovivo ecológico --los caballitos estaban hechos con viejas ruedas de automóvil y lo propulsaba el dueño con una bicicleta--, tuvo continuidad en la mañana de ayer.

La Plaza Mayor estaba ocupada por los mercaderes de frutas, verduras y productos cárnicos de la zona. Aquí enormes calabazas, allí la representación de una matanza; un poco más allá herramientas para las labores del campo. Camino de la Catedral, por San Esteban y bajo un intenso calor, entre la multitud in crescendo , la orfebrería, los artesanos del cuero y del barro o el pimentón verato encontraban espacio para saciar la curiosidad de los transeúntes.

Las esculturas en cerámica del Jarramplas , del Peropalo o de Los Empalaos , obra del jaraiceño Julio Fernández, ilustraban el sentido que se pretende dar a esta jornada y a la celebración del sexmo: el hermanamiento de Plasencia con las comarcas.

Teatro en la calle

La plaza de San Nicolas exhalaba un intenso aroma a Edad Media. Bajo la presencia del parador de turismo y del palacio de Mirabel, los puestos de venta de pan artesanal, de ropa de la época, de confituras o de bebidas evocaban el tiempo de princesas y guerreros que describen los cuentos. A ello contribuian las representaciones ambientales de compañías de comediantes, el atuendo de los vendedores o los paseos en burro que ofrecía a los más pequeños la empresa Cabalbur, de Aceuchal.

Con la melodía del Abuelo Mayorga , indicador del mediodía, la afluencia de público colapsó las calles del mercado. Emigrantes retornados, turistas, vecinos de las comarcas y placentinos buscaban refugio en el bar, donde sofocar con vinos o cañas la claustrofóbica asistencia de gente y la perenne presencia del calor. Luego, comida, siesta y a esperar a la corrida de toros, que cerró esta edición del Martes Mayor en plena medianoche.