Bien podía hacer honor a su nombre, que por algo la Pepa de Cádiz fue la Constitución de 1812, y devolver el acta de concejal al PSOE si tan descolocada está porque como desgraciadamente no hay listas abiertas, los placentinos no votaron a la Pepa de Plasencia per se, sino a un partido que ganó las elecciones. Por carambolas de la vida, pero las ganó, y atrincherarse con el acta en esa tierra de nadie que es el grupo municipal no adscrito sería una estafa moral a los sufridos electores.

Y no digamos abrir la puerta a una hipotética moción de censura que entregue el ayuntamiento a una oposición que se mereció perder las municipales porque por mucho que se empeñe el eventual jefe de la gestora del PP, Anselmo Díaz Cabello, hoy sigue tan desunida como entonces. La oposición, a trabajar, que ese fue el mandato de las urnas.

Otro fue el de que la alcaldesa tiene que ejercer la responsabilidad de gobierno, pero con Josefa Pérez Camisón, nuestra Pepa, no se atreve. Elia Blanco debe demostrar que tiene autoridad en el ayuntamiento y más ahora que posee también el liderazgo del PSOE local. Si no confía en su concejala, nada más y nada menos que de la Policía, Tráfico, Mayores y Mujeres, que sea valiente y le quite las delegaciones. No puede seguir mirando a Ubeda mientras la edil sigue con el cuento del lobo.

Que si tiene que gobernar con mayoría simple, Josefa Pérez Camisón tendrá también que demostrar con su voto en el pleno que de verdad quiere que vengan inversiones a Plasencia. Porque de eso se trata. ¿O no, señores concejales? Un poquito de por favor , que un tripartito con la Pepa de Plasencia, el ínclito José Luis Díaz y la desautorizada Victoria Domínguez no sería el de Maragall. Desde luego no harían hablar catalán a Zapatero en la intimidad y a Ibarra para qué queremos más. Eso suponiendo que el abrazo de Vergara de Domínguez con Díaz no le saliera rana al PP de Floriano.