No quisiera atizar más el fuego de la ardiente situación placentina. No hablaré de la crispación generada por las afirmaciones de Domínguez contra Blanco. Ni del intolerante e intolerable ataque contra mi amigo, el arquitecto Fernando Serrano. Hablaré de la genuina feria placentina del libro. No de la polémica sobre mi firma, ni de las pequeñas casetas montadas a destiempo, ni de otras faltas de previsión (qué ocasión desperdiciada para traer, aprovechando su paso por Cáceres, a otros autores de talla), sino de las declaraciones del concejal de cultura anunciando que el poeta portugués Fernando Pessoa iba a firmar ejemplares en la Plaza. Cuidado, no quiero quedarme en la mera anécdota (como la de su excompañera a propósito de Sara Mago) sino ir al fondo. Alguien que el otro día dijo de mí que "era un chico que empezaba", ¿qué puede decir de Pessoa? Eso es lo que he criticado siempre: la falta de rigor y de criterio que subyace en la gestión de esta concejalía, incapaz de distinguir a un pintamonas de un pintor, a un escritor de un cantamañanas o una obra de teatro de un reality show. Así no es extraño que, sin humildad y sin asesoramiento, se estrelle cada poco. El asunto no es personal. Una ciudad culta merece que su máximo representante cultural esté a la altura porque sus actitudes y sus decisiones nos retratan a todos. El pasado 23 se entregaron en la Biblioteca Regional los Premios al Fomento de la Lectura. Entre los premiados, dos entidades placentinas: la biblioteca municipal y la librería Cervantes. El único ayuntamiento no representado en el acto por su alcalde, el nuestro. Como siempre. Ni el concejal se dignó asistir. ¿Quién puede extrañarse de que aquí resucite Pessoa?