Tenemos la joya de la corona en el río Jerte y hemos tardado la tira de años en sacarlo provecho con un paseo por las riberas que ha tomado la delantera a todo un clásico, la subida al Puerto. Pero poseemos también un tesoro en el centro histórico que, sin embargo, está por redescubrir. Viajemos a donde quiera que podamos, que buscaremos lo que aquí tenemos a la vuelta de la esquina. Plazas con encanto llenas de vida, terrazas que invitan a sentarse, incluso, en tierras más frías gracias a sencillos sistemas de calefacción, gastronomía, tapeo... De la materia prima disponemos, solo hace falta saber qué modelo de ciudad queremos para ser más atractivos al visitante y a nosotros mismos, cómo no, además de para sacar partido a un sector clave en nuestra economía y más en estos tiempos de crisis.

No hay más que imaginarse a uno mismo paseando por las callejuelas del centro limpias como una patena, con las fachadas aseadas, y sin son singulares, como prácticamente todas las de la calle del Rey, puestas en valor. O dándose un respiro en una terraza que invite, como las de Las Claras, en la restaurada, pero todavía muerta plaza de Ansano y que se note que esto también es Europa porque no se conforme con las sillas y sombrillas de tal o cual marca publicitaria. ¿Acaso no son ustedes de los que preguntan allá donde van dónde pueden picar algo típico? Yo todavía recuerdo el solomillo cabreao de la calle de los vinos cuando era salir de un bar y entrar en otro, de chica con mis padres. Rutas que luego he disfrutado en calles enteras de Santiago de Compostela. Aquí tenemos todos los puntos a nuestro favor y, por suerte, un concejal, Paco Martín, con amplitud de miras. Falta que el ayuntamiento sepa embarcar a la iniciativa privada. Brindemos por ello.