Lo que más nos preocupa es que puedan provocar un accidente" advierte Rufino Vázquez, portavoz de la cooperativa de autobuses urbanos, que lo único que pide a quienes se dedican a lanzar las piedras a los vehículos en marcha es "que nos dejen trabajar en paz". Los autobuses dañados ya han salido del taller y además del susto, la cooperativa va a tener que pagar una factura de al menos 236 euros por reponer una ventanilla que fue hecha añicos por las pedradas.

Un vehículo todavía luce un cartón donde había un cristal porque ahora habrá que cambiarle también la luna entera. "Un dineral, que de esto comemos, pero con todo lo peor es la seguridad y no hay derecho a esto". No es broma. Cuando los autobuses urbanos enfilan el barrio de La Esperanza, los usuarios prefieren levantarse a seguir sentados junto a las ventanillas por si acaso.

Usuarios indignados

"Si a alguien le parece exagerado, que se monten, como yo, cada día para venir a su casa" advierte una usuaria indignada. Aunque desde que se ha hecho pública la situación, los conductores aseguran que son ya menos veces las que ven volar las piedras. En el último mes, sin embargo, afirman que era prácticamente a diario.

"Por suerte no han atinado más que las dos veces que han roto los cristales, pero nos tiraban piedras cada dos por tres y luego veíamos salir corriendo a chavales". Los conductores no dudan de que los autores de sus desvelos son menores y cada vez confían menos en que la policía acabe cogiendo a alguno ´in fraganti´. "Porque para eso hay que vigilar --advierten-- y así terminan con el problema y los gastos los podrían pagar los padres de estos chavales".

Otra cara del problema es que de seguir dañando los vehículos, el ayuntamiento podría llegar a eliminar el servicio. "Pero no cerrar por cerrar --señala Vázquez-- por falta de vehículos". Estos últimos días han tenido que tirar de dos autobuses, todavía en buen estado, de la flota anterior que se reservaron en depósito por si acaso.