Puerto Fernández acabó comprándose otro piso para huir del ruido después de tres años en los que su hijo menor acabó de psicólogos. En octubre, sus padres se trasladaron al mismo en la calle del Torno --"porque a los 72 años sólo tenemos que subir seis escaleras" -- a pesar de que se encuentra justo encima de la Iglesia Evangélica Philadelphia, cuyos cánticos amplificados por guitarras y baterías hacen vibrar objetos en las casas de los vecinos.

Allí se concentran de martes a domingos entre las siete y las ocho y media de la tarde los gitanos para celebrar unos ritos religiosos que, en materia de ruido, los peritos municipales han llegado a calificar de "intolerables" y que están poniendo al Rosal de Ayala al borde de un conflicto del que vienen advirtiendo los vecinos vista la indiferencia del ayuntamiento y la persistencia de los evangélicos.

PRECEDENTE DE DISCOTECA

"Nosotros estamos conteniendo a los vecinos porque no quiero un conflicto en el barrio". Lo dice Ricardo Fernández, uno de los más directos afectados desde que se trasladó con su mujer al piso de su hija Puerto. "Ella se tuvo que ir por los nervios y nosotros nos los estamos planteando también aunque dejemos el piso vacío porque quién va a querer alquilarlo así". La asociación de vecinos está dispuesta a tomar cartas en el asunto y ya hay quien propone recoger firmas para forzar una solución al ayuntamiento para las cientos de familias afectadas.

Primero han optado por pedir la semana pasada el amparo del Defensor del Pueblo mientras la reciente sentencia del Supremo, que ha condenado a prisión al dueño de una discoteca en Palencia por exceso de ruido, les llena de esperanza porque ellos aseguran vivir también encima de una "discoteca".