Emocionada. Así es como se encontraba ayer Carmen Calleja, y era de entender, puesto que no todos los días se cumple un siglo de vida. La residencia de San Francisco, donde vive desde hace seis años, le preparó un homenaje y Carmen, rodeada de sus hijos, nuera y yernos, se mostró feliz en el acto.

Cien años de vida dan para mucho, pero quién diría que tanto tiempo ha pasado por Carmen. Desde que nació en 1908, ha formado parte de la historia de las dos guerra mundiales, de la guerra civil, de la posguerra, de la dictadura... pero ayer no tocaba hablar de ello. "Hoy no es un día para estar enfadados con nadie ni para hablar de sufrimientos, hoy es un día para disfrutar", dijo una centenaria ejemplar. Pero lo cierto es que la homenajeada ha trabajado mucho durante toda su vida, primero en Navas del Madroño, desde donde se desplazaba a las seis de la mañana a la dehesa para coger aceitunas, y después en Casas de Millán, donde conoció a su marido.

Quizá fue el buen humor que aún conserva uno de los motivos por lo que se enamoró de ella, recuerda Carmen riéndose, aunque también pudo ser su gran vitalidad. "El puro nervio que siempre ha tenido, el gran carácter o su coquetería, tanta que si fuera joven en esta época, iría a la última moda", dice una de las hijas justo en el momento en el que una enfermera le comenta que qué guapa le han dejado en la peluquería.

Normal es que quisiera estar elegante para su cumpleaños, ya que la jornada en la residencia fue larga: por la mañana le entregaron un ramo de flores y una placa y el coro de mayores del hogar de la vera le dedicó su actuación; y por la tarde, hubo baile. En los actos no se separó de ella su compañera de habitación e inseparable amiga Pepa. Están juntas desde hace seis años y ayer se hicieron muchas fotografías para recordar el momento. Porque no todos los días se cumplen cien años, "pero espero que los jóvenes también los podáis cumplir", deseó. Más de uno se apuntaría, eso sí, si los años se llevan tan bien como los lleva ella.