P arece ser el único problema que existe ahora con el, por fin, recién inaugurado Palacio de Congresos de la ciudad. Espero que acierten, más.

Majestuoso cual catedral fue el calificativo atribuido por las autoridades, en su discurso de inauguración, al cual tuve el privilegio de asistir y que muchos no pudieron disfrutar, al completarse el aforo.

Como monumento no tiene parangón. Único en su construcción (aunque muchos estén esperando aún que se le quite el plástico que lo envuelve, dada la apariencia que ofrece desde lejos), tanto que no deja indiferente a nadie, tal vez el objetivo final de la mayoría, por no decir todas, las obras de arte contemporáneas, si no, cuántas veces nos hemos topado con noticias como las de señoras de la limpieza que, en su afán de recoger, limpian o tiran a la basura obras de arte, por regla general, incomprensibles para el común de los mortales, que en su alienación laboral, realizan su trabajo lo mejor que saben y terminada su jornada, se marchan a casa sin remordimiento, por la tranquilidad que da la bendita ignorancia.

Tras conocerlo un poco más (dicen que para saber cómo es el dueño hay que visitar el cuarto de baño) me adentré en sus pasillos y escaleras y descubrí interesantes aspectos que, sorprendentemente, despertaron en mí inquietudes varias no del todo positivas. Sinceramente, fueron las ausencias de mínimos imprescindibles, para el buen funcionamiento de cualquier edificio público habilitado y su buen uso en la medida que requiere cada acontecimiento, lo que dejó un regusto agridulce. Ya se sabe que en los pequeños detalles está la diferencia. Pues fue precisamente la ausencia de algunos imprescindibles y la presencia de otros innecesarios, las que marcaron la opinión general de los corrillos de personas que allí se dieron cita. Dudas en cuanto a su funcionalidad, a todos los niveles, eran la tónica general.

Personalmente lo que más me dolió, dada la magnitud del edificio, fue el tamaño de su escenario, que, en proporción, resultó limitado para la adecuada distribución de músicos e instrumentos de la magnífica Orquesta de Extremadura, que, pese a las estrecheces, nos regaló los oídos favorecida por la espectacular acústica del auditorio. Solo, demasiado solo está.

Ojalá los buenos deseos de esperanza se cumplan.