Se tiró media hora en la máquina, pero no jugó un sólo euro y se llevó 300 de botín. El truco está en que el individuo metía monedas falsas de dos euros para simular que jugaba, pero sólo las cambiaba por otras de un euro y cincuenta, veinte y diez céntimos. Ocurrió el viernes en el bar Mena de la avenida de España, cuya titular, Inmaculada Mellado, alertaba ayer a sus colegas de un hombre de buena presencia, unos cuarenta años y 65 centímetros de altura.

"A mí ya me la ha pegado, pero por lo menos que los bares estén advertidos porque imagino que no lo habrá hecho sólo en mi casa". El hombre actuó mientras atendía la barra la hija pequeña de Inmaculada y sólo cuando ésta se incorporó, el supuesto jugador se marchó dejando una irónica propina de 25 céntimos por el té que había consumido.

UNA IMITACION SIN SOFISTICACION

Fue justo después al sacar un cliente una especial de 80 euros en sólo monedas de céntimos cuando la propietaria se percató del engaño y avisó a la Policía Nacional, que ayer pedía precaución a las posibles víctimas animando a denunciarlo con la prueba de las monedas falsas para poder remitirlas al Banco de España.

Pero la imitación en este caso no es nada sofisticada. Se trata de monedas de diez céntimos incrustadas en una arandela del color de la plata para que la máquina tragaperras las deposite directamente en caja por su grosor. Según explicó la empresa de recreativos propietaria de la máquina, las de dos euros son las únicas que van al cajetín y si se queda en reserva y se pide su devolución, lo hace arrojando monedas más pequeñas. En este caso llegó a introducir numerosas monedas de dos euros falsificadas mientras supuestamente cobró en premios hasta 300 euros en monedas buenas de céntimos. Un golpe limpio y certero.