S omos tantos que, cada día, se suceden miles de muertes en todo el mundo, aunque es cierto, que la cercanía o lejanía hace que nos afecte más o menos personalmente.

Esperamos las vacaciones para desconectar y elegimos la naturaleza como recurso sano y seguro del que obtener lo añorado el resto del año y con fe creemos que puede darnos y allá vamos. Probamos atractivos deportes y preparamos todo con la mayor seguridad que la actividad demanda, confiando en que será algo divertido y lo pasaremos bien en familia. Pero a veces, la madre naturaleza, libre, sigue su curso y no hay nada que podamos hacer.

El negro, por luto, no por fuego, cubre la sierra jerteña. Eran cinco y sólo queda uno, el único superviviente y más pequeño de la casa, que con tan sólo seis añitos, queda huérfano y marcado de por vida, que sufre sólo lesiones leves a nivel físico, ya que las otras, las más profundas, de carácter sicológico y emocional, son incalculables.

La ruta era de baja dificultad, llevaban monitor y parece que también, todos los equipos necesarios. Nada fue suficiente ante la tromba de agua de 52,2 l/m2 (la cifra de precipitaciones más alta del país), recogidos tras la tormenta producida horas antes en la sierra que recorrió el curso del río Jerte, su cauce natural, arrasó todo lo que encontró por delante y se llevó sus vidas, dejando atrás pruebas y testigos de la catástrofe.

Todos los elementos naturales son peligrosos. Tierra, fuego, agua y viento tienen el poder de dar y quitar vida a su antojo y así lo demuestran en multitud de ocasiones y más, en estos últimos años, en los que la huella humana está haciendo tantísimo daño a su paso por el planeta, no concienciándonos de la gravedad de la situación y el cambio climático consecuencia de nuestra forma de vida y que, a la larga, será el desencadenante de convertirnos en la única especie capaz de autoextinguirse.

Lamentablemente, no ha sido la única desgracia esta semana en nuestras comarcas. La presa que abastece de agua la población de Valverde de la Vera vertió sus aguas por las calles del pueblo, convirtiéndolo en un lodazal. En este caso no hubo que lamentar daños humanos, aunque sí materiales.

Todo es naturaleza, incluidos nosotros, pero ella tiene el poder para lo bueno y para lo malo. Cuidémosla, cuidémonos.