TSteñalábamos anteriormente que uno de los atractivos que ofrecen las ediciones digitales es la creación de foros de opinión. Los partícipes pueden comentar las noticias y contrastar las ideas expresadas en los artículos. El anonimato ayuda a este objetivo porque, como ha indicado algún psicólogo, el llamado efecto de desinhibición en las redes sociales hace posible que participe un mayor número de personas y que se aporten más puntos de vista.

Sin embargo, esta práctica presenta un peligro: la aparición de personas que con opiniones inflamatorias o ajenas al tema siembran la discordia con argumentos molestos (los llamados trolls). Otras veces, y no se sabe si es peor, se trata de francotiradores sin escrúpulos, individuos a los que no les interesa aportar ideas --sin duda porque carecen de ellas--, sino vomitar improperios o juicios de disvalor contra alguna persona relacionada o no con la noticia. En efecto, al socaire de la libertad de expresión, algunos intervinientes en foros se prodigan en la pequeña infamia bajo el escudo del cobarde anonimato. Estos individuos, en verdad muy pocos frente a los que ejercen una crítica leal por muy acerba que sea, solo ponen al descubierto su insignificancia intelectual. Es triste comprobar que el género humano, que ha conseguido organizar la sociedad bajo un Estado de Derecho, que ha creado valores sublimes como la libertad o la solidaridad y que cultiva artes como la música o la poesía, tenga todavía que convivir con tales personajes.

Pero la libertad de expresión es un derecho fundamental y debe respetarse a ultranza, siempre por supuesto que no entre en colisión con otros derechos más dignos de tutela. La solución de establecer un moderador de foros quizá sea antieconómica y la de censurar comentarios puede resultar obscena. Por eso parece más conveniente no intervenir a priori y permitir la libre participación, regida, claro está, por la autocensura y el autocontrol. Y para el caso de que alguien se extralimite y vulnere derechos ajenos, siempre estarán los tribunales.